lunes, 16 de diciembre de 2019

Destino: Capítulo 2

Al parecer, estaban renovando la habitación, porque no había cama y habían arrancado la moqueta. Todo estaba mojado y Pedro pensó que el sistema antiincendios debía de haberse puesto en marcha, terminando el trabajo que había empezado el extintor.

—¿Esto es todo? —preguntó Shep decepcionado.

—Lo siento, tenía que haberte permitido hacer los honores —le dijo, pasándole el extintor que tenía en la mano—. ¿Quieres probarlo?

Shep lo aceptó y echó otra innecesaria capa de espuma sobrelas cortinas.

—No ha sido nada emocionante, pero al menos no ha habido heridos. Me sorprende que este lugar no se haya quemado antes. Tendremos que quitar las cortinas y hacer que suba el equipo especializado en buscar puntos calientes.

Cuando volvió a salir, Marcos se acercó a él.

—No era mucho, ¿No? Yo creo que nos podíamos haberquedado unos cuantos en el río.

—Ya terminaremos la formación la semana que viene — respondió él—. vuelvan a la estación todos menos el equipo de puntos calientes.

Mientras hablaba con Marcos vió a Alejandra Chaves a lo lejos, parecía muy disgustada. Tenía en brazos a una niña morena quedebía de estar muy asustada. A su lado había una mujer joven de la que Pedro tuvo una rara impresión, era como si estuviese muy tranquila a pesar del caos que larodeaba. Entonces la mujer se giró y él estuvo a punto de tropezarse con una manguera que alguien tenía que haber recogido. Paula. Se quedó inmóvil y, por primera vez en quince años, se olvidó de cuál era su misión y de lo que estaba haciendo allí. Paula. Habían pasado diez años desde la última vez que la había visto, desde que, una semana antes de su boda, le había devuelto el anillo de pedida y se había marchado de la ciudad. Y del país, como si desease alejarse de él lo máximo posible. Una parte de él quiso creer que se había confundido y que no era ella. Solo era otra mujer esbelta, con un largo pelo rubio y unos grandes ojos azules, inolvidables. Pero no, no se había equivocado. Era Paula la que estaba al lado de su madre. La dulce y encantadora Paula. Que ya no era suya.

—Jefe, no hemos encontrado ningún punto caliente —le dijo Marcos, acercándose a él.

—¿Estás seguro?

—Por el momento, Mariano y Nicolás están terminando de comprobar todos los muros internos.

—Bien. Excelente trabajo.

Su ayudante lo miró fijamente.

—¿Estás bien, jefe? Pareces disgustado.

—Es un incendio, Marcos. Podría haber terminado muy mal. Teniendo en cuenta lo viejo que es el edificio, me extraña que no haya ardido entero.

—Lo mismo pienso yo —admitió Marcos.

Iba a tener que ir a hablar con la señora Chaves y, por extensión, con Paula. No quería. Quería quedarse allí y fingir que no la había visto, pero era el jefe de bomberos y no podía esconderse porque hubiese tenido una dolorosa historia con la hija de la dueña. Había veces que odiaba su trabajo.  Se acercó a las mujeres con el corazón acelerado. Paula se puso tensa, pero no lo miró. Su madre sí, estaba asustada y abrazaba con fuerza a la niña que tenía en brazos. A pesar de todo, su principal trabajo era tranquilizarla.

—Señora Chaves, le alegrará saber que el fuego está controlado.

—Por supuesto que está controlado —dijo Paula, mirándolo con frialdad—. Estaba controlado antes de que lleguen, diez minutos después de que llamásemos a emergencias, por cierto.

—Según mis cálculos hemos tardado siete minutos en llegar, y habría sido la mitad si no hubiésemos estado metidos en el río, en medio de un rescate.

—En ese caso, habrían estado preparados si alguno de los huéspedes del hostal hubiese decidido saltar al río para huir del fuego.

Pedro pensó que no la recordaba tan ácida cuando habían estado prometidos. La recordaba dulce y alegre. Hasta que él lo había estropeado todo.

—Jefe Alfonso, ¿Cuándo podrán volver nuestros huéspedes a sus habitaciones? —preguntó Alejandra Chaves con voz temblorosa.

La niña que llevaba en brazos, que tenía los mismos ojos que Paula, le acarició la mejilla.

—No llores, abuela.

Alejandra hizo un visible esfuerzo por controlarse y sonrió a la niña.

—Pueden volver a por sus pertenencias siempre y cuando no estén en las habitaciones contiguas a la del incendio. Mis hombres todavía tardarán alrededor de una hora en comprobar que no quedan puntos calientes.

Hizo una pausa antes de darle la mala noticia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario