viernes, 20 de diciembre de 2019

Destino: Capítulo 15

Estaba esperándolo y leyendo el periódico cuando había llegado Rodrigo Lowery, que era un chico de su clase que llevaba varios años metiéndose con ella e intentando intimidarla. Ella no lo entendía, pero tal vez su animadversión se debiese a que la madre de Rodrigo, que estaba soltera, trabajaba limpiando en el hostal. Paula no tenía ni idea de por qué eso lo molestaba. Al parecer, su madre no trabajaba demasiado bien y, en ocasiones, faltaba al trabajo porque bebía, pero ella había oído hablar a sus padres en el despacho y, a pesar de que su madre había querido despedirla, su padre no se lo había permitido.

—Tiene un hijo y necesita el trabajo —había dicho este.

Su padre siempre había tenido debilidad por las personas desfavorecidas y muchas veces había alojado a quien sabía de antemano que nunca le iba a pagar. Paula sospechaba que la madre de Rodrigo se habría quejado de su trabajo en casa y por eso al chico no le caía bien. Por eso le había puesto la zancadilla varias veces por las escaleras y, en una ocasión, la había acorralado en el cuarto de baño y había intentado besarla y tocarle los pechos, pero ella le había dado un golpe en la cabeza con el libro de álgebra y le había dicho que la dejase en paz. Siempre intentaba evitarlo, pero esa mañana estaba sola en la biblioteca. Rodrigo se había sentado a su lado.

—Hola, Paula la zorra.

—Cállate —le había respondido ella.

—¿Quién me lo ordena? —había preguntado él, mirando a su alrededor—. Aquí no hay nadie.

—Déjame en paz, Rodrigo. Estoy intentando estudiar.

—Ya lo veo. ¿Es esa tu redacción de Historia? Estás con el señor Olsen, ¿Verdad? Yo también. Y no he empezado con ella. Qué bien, ya no voy a tener que hacerla.

Le había quitado un trabajo que había tardado dos semanas en hacer.

—Devuélvemelo —le había pedido ella, haciendo un esfuerzo por no llorar.

—De eso nada. Me lo debes. El mes pasado me hiciste un moratón con el libro que me duró dos semanas y tuve que decirle a mi madre que me había caído.

—¿Quieres que te haga otro? —le había preguntado ella.

—Tú inténtalo y verás lo que te hago, además de quitarte la redacción de Historia.

—¿Esta redacción de Historia?

Al oír la profunda voz de Pedro, Paula se había relajado al instante. Rodrigo era un chico grande para su edad, pero no se podía comparar con Pedro.

—Sí, es mía —había dicho ella—. Y me gustaría recuperarla.

Pedro le había sonreído mientras le quitaba el papel a Rodrigo de las manos y se lo devolvía.

—Gracias.

—Eres Lowery, ¿Verdad? —le había preguntado después a Rodrigo—. Tengo entendido que estás en Educación Física con mi hermano David.

—Sí —había murmurado el chico.

—Pues lo siento, Lowery, pero vas a tener que marcharte. Estamos estudiando para un examen de Español. Paula me está ayudando y no sé qué haría si le ocurriese algo. Solo te digo que no me haría ninguna gracia. Y supongo que a mi hermano tampoco.

Ante la posibilidad de tener que sufrir la ira de los hermanos Alfonso, Rodrigo se había escabullido como el cobarde que era y, desde ese momento, Paula había sabido que amaría a Pedro durante el resto de su vida.

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