lunes, 4 de noviembre de 2019

El Seductor: Capítulo 65

–Bueno, al parecer, Paula Chaves busca a un santo. Y, por desgracia para mí, yo perdí mi halo allá por mi decimosexto cumpleaños.

–Lo siento –dijo Federico para su sorpresa, en vez de el «Ya te lo dije» que había esperado.

–Sí. Es un desastre.

–Está equivocada –dijo Federico tras una pausa–. Puede que no seas un santo, pero eres un buen hombre.

–Gracias, creo.

–Lo eres. Trabajas duro, eres el hombre más sincero que conozco y el primero al que elegiría para cubrirme en una pelea. Estoy orgulloso de tí, Pedro. No lo he dicho mucho durante estos años, pero lo estoy. Ven a casa a cenar. Brenda ha preparado un asado y patatas como a tí te gustan. Creo que Cami ha hecho una tarta.

Pedro sonrió, preguntándose si siempre sería el tío soltero al que sus hermanos tendrían que guardar un sitio en la mesa.

–Gracias de todos modos, pero tengo cosas que hacer aquí. De todas formas, no soy muy buena compañía.

–Sabes que la cocina siempre está abierta si cambias de opinión.

–Sí. Gracias.

Federico se marchó y Pedro se quedó apoyado contra la verja durante un largo rato viendo a la yegua de Juan Harding comer y preguntándose cuánto tiempo necesitaría un corazón para curarse.




–Todo está perfecto. ¡No puedo creer que lo hayamos conseguido!

Cientos de luces se reflejaban en el pelo recogido de Diana, pero no tenían ni punto de comparación con el brillo de sus ojos.

–Tú has hecho todo el trabajo y te mereces todo el mérito –dijo Paula dirigiéndole una sonrisa a su eficiente ayudante.

–Qué va. He sido un desastre. Eres tú la que ha conseguido preparar el pollo. A todo el mundo le ha encantado. No sé cómo lo has hecho.

Paula tenía que admitir que ella no tenía ni idea. Había estado tan atontada tras su pelea con Pedro, que apenas recordaba nada de lo que había hecho después de que la dejara en casa. «Me importas, Dios, incluso puede que esté enamorado de tí». Aquellas palabras se repetían en su cabeza sin parar. No podía ser cierto. Solo lo habría dicho porque era como un niño enfurruñado, dispuesto a hacer cualquier cosa para salirse con la suya. No. Aquello era injusto y no encajaba con el hombre que había llegado a conocer en esas semanas. Pedro nunca le había mentido y no pensaba que fuese a empezar con semejante falacia. ¿Significaba eso que había sido sincero? A pesar de que la sala estuviese llena de gente a la que sabía que tenía que impresionar con su ingenio, no podía dejar de darle vueltas a esas palabras.

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