viernes, 29 de noviembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 47

Miró entonces a su familia, le parecía imposible que hubiera estado separada de ellos durante siete meses. Eran las personas más buenas que conocía y los quería con locura. A excepción de su marido. Miró con adoración a Pedro, pero seguía sin acercarse a ellos.

–Oli-Olivia… –pronunció su padre con algo de incertidumbre.

Paula se volvió hacia él, sonriendo y con los ojos llenos de lágrimas.

–Olivia Delfina Alfonso –les dijo Paula.

–¿Le has puesto mi nombre? –replicó Delfina al oírlo–. Entonces, ¿Me has perdonado aunque te traicionara como lo hice? Creía que estaba haciendo lo correcto al llamar a tu exjefe, pero la verdad es que no quería que te casaras con Fernando –le confesó–. ¿Cómo puedes perdonarme?

–Porque hiciste lo correcto –repuso Paula–. Pedro y yo estábamos destinados a estar juntos y, gracias a tí, lo estamos. Somos muy felices. Felices de verdad.

Miró de nuevo a su marido, no sabía por qué no se les acercaba. Le pareció muy raro. Su madre, que estaba a su lado, también lo miró.

–Te quiere, cariño –le dijo Alejandra en voz baja.


–¿Cómo lo sabes?

 –Por la forma en que te mira –repuso su madre mientras le apretaba la mano–. Me cuesta creer que estemos en Marruecos. Siempre le he dicho a tu padre que quería viajar y ver el mundo y él me decía que lo haríamos en cuanto fuera gratis. El avión privado de Pedro ha sido la respuesta a mis oraciones.

Las dos mujeres se echaron a reír y se abrazaron de nuevo. Pasaron el resto de la tarde hablando y riendo mientras los criados de Kevin Xendzov les servían comida y bebidas.

Pedro se mantuvo en todo momento fuera del grupo hasta desaparecer algún tiempo después para preparar la reunión de negocios con sus ayudantes. Su comportamiento tenía a Paula completamente desconcertada. Suponía que solo trataba de darle un poco de espacio con su familia, pero estaba preocupada. Era como si Eduardo no fuera consciente de que esa era ahora también su familia. Después de una deliciosa cena de cuscús y cordero, Paula les dió las buenas noches a sus padres y a su hermana. Estaban muy cansados por culpa del viaje y el desajuste horario y los acompañó a sus lujosas habitaciones. Después, le dio un biberón a Olivia y la metió en una cuna que habían instalado junto a su dormitorio. Por primera vez en todo el día, se quedó sola. Se acercó a la cama. Era muy grande y estaba cubierta con almohadones azules y bellas telas bordadas. Oyó un ruido tras ella y, sobresaltada, se dió la vuelta. Pedro la miraba desde la puerta. Estaba muy serio y preocupado, como si estuviera preparándose para recibir malas noticias.

–¡Aquí estás! –le dijo ella frunciendo el ceño–. ¿Dónde has estado? ¿Por qué no viniste a hablar con mi familia?

–No quería entrometerme –le explicó Pedro.

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