miércoles, 6 de noviembre de 2019

El Seductor: Epílogo

-Llamame loco, ¿Pero no se supone que deberías estarpasándotelo bien?

Pedro dió un sorbo a la cerveza, dejó la jarra sobre la mesa del bar y miró a sus hermanos.

–Me lo estoy pasando bien –le respondió a Federico–. ¿Quién dice que no?

–Diría que la evidencia habla por sí sola –añadió Leandro–, teniendo en cuenta que llevas con la misma cerveza toda la noche y esa es la tercera mujer a la que le niegas un baile en diez minutos.

–Supongo que esta noche no me apetece bailar –dijo Pedro–. ¿Desde cuándo eso va contra la ley?

–Yo no diría que va contra la ley precisamente –dijo Federico–. Solo contra el orden natural de las cosas en lo que a tí respecta. Esta es tu última noche para solidificar tu reputación. No puedo creer que no lo aproveches. Les estás rompiendo el corazón a esas pobres chicas.

Seis meses antes, Pedro habría estado dispuesto a disfrutar del ambiente del bar, pero era increíble cómo unos pocos meses podían cambiar a un hombre. De pronto había decidido que estaba harto de la taberna, sobre todo cuando sabía que aquella noche de junio era fresca y agradable fuera.

–Aprecio que me hayáis preparado esta pequeña fiesta –dijo mientras se ponía en pie–, pero me voy a casa. Gracias por la cerveza.

–¡Es tu despedida de soltero y apenas son las nueve! –exclamó Leandro–. Le dije a Mariana que no me esperase levantada.

–¿Acaso tienes miedo? –le preguntó Federico.

–Solo porque no quiera ir de fiesta no significa que tenga miedo por casarme mañana –contestó Pedro–. No tengo miedo de casarme con Paula.

Antes de que pudiera decir más, su vieja amiga Rosana McHenry se acercó a la mesa con una sonrisa.

–¡Hola, Pedro!

–Hola, Rosana –dijo Pedro dándole un beso en la mejilla. Desde Navidad, cuando había empezado a salir con Rafael Gentry, Rosana parecía diferente–. ¿Está Rafael contigo esta noche?

–Claro. Está en la barra –dijo Rosana–. Así que mañana es tu gran día. Te pediría bailar, pero he visto cómo las demás chicas se marchaban decepcionadas.

–Rosana…

–No pasa nada. Solo quería decirte lo feliz que soy por tí y por Paula. Es una chica agradable.

–Gracias. Le diré que has dicho eso.

–De acuerdo. Y buena suerte mañana –añadió Rosana antes de darle otro beso y volver con su vaquero.

–Vaya, apenas reconozco a Rosana estos días. Me pregunto qué le ha pasado –dijo Federico.

–Está enamorada –contestó Leandro–. Eso cambia a una persona.

–Como ya he dicho, muchas gracias por hacer el esfuerzo de apartarse de sus mujeres por una noche, pero creo que ninguno de los tres está disfrutando esto. Realmente no necesito una despedida de soltero. ¿Y si la damos por terminada? –preguntó Pedro.

Se sintió un poco molesto al ver que ninguno de sus hermanos estaba prestándole atención. Los dos estaban mirando hacia la puerta.

–Oh, oh –dijo Leandro–. Aquí vienen los problemas.

Pedro se dió la vuelta y observó a tres mujeres que acababan de entrar en el bar. Como otras mujeres de allí, llevaban maquillaje, el pelo arreglado y unos vaqueros ajustados. Sintió un vuelco en el corazón, sobre todo cuando la pelirroja del medio le dirigió una mirada.

–Son todo un espectáculo –dijo Federico cuando las mujeres se acercaron a la mesa.

–¿Verdad que sí? –preguntó Brenda con una sonrisa–. Decidimos que estábamos aburridas de nuestra despedida de soltera, solo chicas. Pensamos que aquí podríamos encontrar a algunos vaqueros rudos.

–Y se han arreglado y todo –murmuró Leandro.

–Eso es culpa de Ana –dijo Mariana sentándose junto a su marido–. Estábamos probando con diferentes pintalabios, intentando buscar uno para que Paula llevase mañana, y a Ana le pareció buena idea aplicarle uno llamativo. Perdimos el control y, antes de darnos cuenta, parecíamos sacadas de un vídeo musical.

–Para ser una mujer embarazada, estás muy sexy –dijo Leandro.

–Hago lo que puedo –dijo Mariana.

Pedro siguió mirando a Paula, enamorándose de ella cada vez más.

–Hola, vaquero. ¿Quieres bailar? –apenas tuvo tiempo de decir las palabras antes de que Pedro la agarrase del brazo y la llevase a la pista de baile–. Siento que hayamos estropeado tu despedida de soltero – añadió susurrándole al oído–. Pensé que debíamos dejaros solos, pero me convencieron. Odio decirte esto, pero las mujeres de tu familia son espectaculares.

–Sí, vas a pasarlo mal para encajar –bromeó Pedro.

–Oye, me he arreglado para venir aquí. Al menos me merezco puntos por eso.

–Puedes tener todos los puntos que quieras, cariño –dijo Pedro susurrándole al oído–. Tengo un deportivo estacionado fuera. ¿Qué te parece si vamos hasta el lago y hacemos el amor toda la noche?

–Es una oferta tentadora, vaquero, pero me temo que es mejor que no. Mañana me caso y no sé si podría mirar al padre White a los ojos con chupetones en el cuello.

Pedro sonrió, levemente decepcionado. Tenían el resto de sus vidas y pretendía pasarlo demostrándole lo mucho que la amaba.

–A pesar de que las apariencias digan lo contrario ahora mismo, creo que podré convertirte en una mujer respetable, Paula Chaves.

–Espero que no demasiado.

Pedro la abrazó y dijo:

–Trato hecho.




FIN

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