lunes, 18 de noviembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 25

–Bueno, esta noche termina.

–Sí, así será –repuso Pedro sin dejar de mirarla con intensidad.

Temblando, Paula apartó la vista.

–Estoy lista –le dijo.

–Estupendo –repuso Pedro sonriendo mientras le ofrecía el brazo–. Señora Alfonso…

Tomó su brazo conteniendo el aliento y dejó que la acompañara hasta el vestíbulo. Se despidieron de la señora McAuliffe, que se quedaba al cuidado del bebé. Pedro sacó un abrigo de pieles de color blanco y se lo colocó sobre los hombros. Se estremeció entonces al recordar el sueño que había tenido la noche anterior, cuando había imaginado su cuerpo desnudo sobre el de ella. Temblando, se apartó todo lo que pudo de él mientras bajaban a la calle en el ascensor. En la limusina, no pudo dejar de pensar en lo cerca que estaba de él, el poco espacio que había entre los dos. El Baile de Invierno se celebraba en un maravilloso hotel al lado de Central Park. Entraron del brazo, pero trataba de mantener las distancias. Los techos eran altísimos y había maravillosos frescos pintados en ellos. Pero se quedó más extasiada aún al ver la maravillosa decoración invernal del enorme salón de baile. Había luces blancas colgadas de impresionantes árboles desnudos. El invierno era su estación favorita y aquello le pareció un bosque de hadas. Pero su fantasía se vino abajo cuando vio a los invitados. Todas las mujeres eran hermosas y delgadas y entre los hombres estaban los más poderosos de la ciudad. Se sentía fuera de lugar. Tampoco se sentía a gusto en el ático de Pedro, pero era mucho más duro estar en esos ambientes y compararse con todas esas mujeres esbeltas y bellas que miraban a su esposo.

–¿Las conoces? –le susurró ella.

–¿A quiénes?

–A todas esas mujeres que te están mirando.

–No –repuso él mientras miraba a las preciosas modelos.

Se preguntó si le estaría diciendo la verdad o si trataba de protegerla para no herir sus sentimientos. Supuso que estaría deseando divorciarse para no tener que dar explicaciones a nadie y continuar con sus conquistas. Sabía que tres meses sin sexo era mucho tiempo para un hombre como Pedro, pero no para ella. Solo había tenido una experiencia sexual en toda su vida. Sabía que su matrimonio era una farsa y que no tenía derecho a tener celos, pero no le gustaba imaginarlo con otra mujer. Pero, para su sorpresa, Pedro no miraba a las bellas mujeres que llenaban el salón, solo parecía tener ojos para ella.

–¿Quieres tomar algo?

 Estaba nerviosa y asintió con la cabeza. Cuando Pedro regresó con una copa para ella, se la bebió de un trago.

–¡Cuidado! –le advirtió Pedro con una sonrisa–. Ese ponche es más fuerte de lo que parece.

Pero Paula estaba harta de ser buena.

–Tráeme otra copa, por favor –le pidió ella–. Por esta noche, quiero ser algo imprudente.

–Como quieras –repuso Pedro con una sensual sonrisa.

Cuando volvió con su copa, la miró con tal intensidad que no pudo evitar sonrojarse. Durante semanas, se había mostrado muy distante, como si fuera una empleada de su casa, pero esa noche la estaba mirando de verdad, casi como si deseara arrancarle el vestido, besarla y conseguir que perdiera por completo la cabeza. Pero no lo creía posible. Después de todo, Pedro la había dejado y no era nada para él.

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