viernes, 22 de noviembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 35

–¿En serio? –susurró ella–. ¿Por qué?

 –¿No lo sabes? –le preguntó mientras la abrazaba y le levantaba la barbilla para mirarla a los ojos–. Te necesito, Paula –añadió con una sonrisa que siempre conseguía derretirla.

Pedro miró a su mujer en la penumbra del pasillo. Sus mejillas sonrosadas, sus ojos del color de las esmeraldas y su cabello largo y ondulado. Era sexy, dulce y muy deseable. Acababa de estar con ella y ya la deseaba otra vez. Quería más. Vió que se le llenaron los ojos de lágrimas.

–¿Me necesitas? –repitió Paula–. Pero pensé que solo queríastenerme aquí por el bebé.

–No es la única razón –repuso él acercándose un poco más a ella.

Paula estaba temblando y abrió la boca para decir algo, pero no lo hizo. No parecía atreverse.

–Quiero quedarme contigo y ser tu esposa –le dijo entonces en voz muy baja.

El corazón le dió un vuelco al oírlo.

–Querida…

 –Pero no pienso ignorar a mis amigos ni a mi familia para que tú no te sientas inseguro.

–¿Sigues echándome en cara que te prohibiera hablar con Fernando McLinn?

–Sí, no permitiré que lo sigas haciendo.

–Olvídate de él, Paula –le dijo con firmeza y algo decepcionado.

–No. Es mi amigo.

–¿Tu amigo? –repitió enfadado–. Me dijo que habían estado prometidos desde el instituto y que, aunque te hubieras acostado conmigo, yo no era nada para tí e ibas a deshacerte de mí.

Lamentó enseguida habérselo dicho. Paula se le acercó, parecía algo incómoda.

–Tiene una explicación –le aseguró ella–. El día de la fiesta de graduación, Fernando y yo hicimos un pacto. Si no estábamos casados a los treinta, nos casaríamos el uno con el otro.

–Pero si solo tienes veinticinco años.

–Lo sé. Empiezo a pensar que a lo mejor Fernando se sentía algo amenazado por tí.

Vió de repente que todo tenía sentido.

–No estabas enamorada de él, ¿Verdad? –le preguntó entonces–. Fernando quería deshacerse de mí y funcionó –agregó mientras se pasaba la mano por el pelo–. Usó después el embarazo como excusa para conseguir lo que quería.

Paula parecía muy confusa.

–Él me quiere, es verdad, ¡Pero como a una hermana!

–¿Cómo pude ser tan tonto? –se dijo fuera de sí.

Esa hermosa noche, cuando hicieron el amor por primera vez, cuando ella le entregó su virginidad, había pensado que su relación podría ser diferente. Pero había desechado esa preciosa conexión haciendo caso a las insinuaciones de su rival.

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