miércoles, 20 de noviembre de 2019

Amor y Traición: Capítulo 28

A pesar de la nieve y el frío que los rodeaba en ese oscuro rincón de Central Park, Paula sintió una explosión de calor en su interior. Murmurando palabras en español, Pedro la apretó aún más contra su pecho. El viento gélido de diciembre los rodeaba, pero apenas lo sentía, solo era consciente de sus labios y su deseo. El beso se hizo cada vez más apasionado. Paula echó la cabeza hacia atrás para estar más cerca aún de él. Era increíble sentir su cuerpo fuerte y firme contra el de ella. Con un suave gemido, rodeó el cuello de Pedro con sus brazos. Ya no sentía la nieve fría bajo sus pies ni oía el ruido del tráfico. Era una noche helada y oscura, pero no en su interior. Pedro acarició sus brazos y después su espalda desnuda. La necesidad la dominaba por completo y sentía que iba dejando un rastro de deseo por todo su cuerpo. No dejaron de besarse durante mucho tiempo, no habría podido decir cuánto. De vez en cuando, recordaba lo que había pasado una noche de invierno como aquella. Solo había pasado un año y había sufrido mucho, pero no podía apartarse de él. Enredó los dedos en el pelo de él. Era el hombre más fuerte y masculino que había conocido. Hacía que se sintiera femenina y delicada entre sus brazos. Su boca la devoraba y ella estaba totalmente a su merced. Pedro se apartó de repente. Estaba sin aliento. Sacó el teléfono móvil de su pantalón y marcó un número.

–Sánchez –dijo sin dejar de mirarla–. Frente al hotel, en la esquina.

Colgó el teléfono, lo guardó y la tomó en sus brazos.

–No hace falta que me lleves –le dijo sorprendida–. No tengo frío.

–Déjame hacerlo.

Se relajó entonces contra su torso y dejó que la llevara en brazos. Se sentía muy ligera, como en una nube. Cuando llegaron a la acera, la dejó en el suelo con cuidado.

–Gracias –susurró ella con voz temblorosa.

Aunque no estaba temblando de frío, Pedro se quitó la chaqueta del esmoquin y la colocó sobre sus hombros desnudos.

–No me des las gracias. Esto es lo que quiero hacer, cuidar de tí, Paula.

Tragó saliva al oírlo. Tenía la boca seca y el corazón le latía con fuerza. Comenzó entonces a nevar, podía ver gruesos copos de nieve contra la luz de las farolas. Le parecía increíble que no hubiera estado con nadie durante todo un año y más increíble aún que la deseara a ella.

–Paula, sabes lo que voy a hacer cuando lleguemos a casa, ¿Verdad?

Le costaba respirar y sintió que se mareaba. Pedro la deseaba tanto como ella a él. Ya había pasado por la misma situación un año antes. La alegría y  la angustia de esa noche habían estado a punto de acabar con ella. Y estaba tan cerca de volver a ser libre… Pero se dió cuenta de repente de que no quería estar sin él. Lo abrazó y pegó la cara a su camisa blanca, escuchando el latido de su corazón. Permanecieron así, abrazados y en silencio, mientras caían los copos de nieve sobre sus cabezas.

–Ya ha llegado el coche –le anunció Pedro con la voz cargada de deseo.

Mientras Sánchez se bajaba para abrirles la puerta, Pedro tomó su cara entre las manos para besarla, pero ella se apartó en el último momento.

–No puedo –susurró angustiada.

–¿No puedes? ¿Por qué? ¿Porque amas a otro hombre?

 Se subieron al coche. No podía dejar de mirarlo. Estaba tan guapo que se le encogió el corazón. Deseaba estar con él, pero sabía que no era buena idea.

–Tengo miedo –le confesó–. Esto no era parte del trato. Nuestro matrimonio no es real.

En realidad, temía que le rompiera por completo el corazón, más aún que la primera vez.

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