miércoles, 30 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 63

 –¿Cómo está Luciana? –preguntó cuando se sentó a la mesa frente a Pedro. Sabía que había ido aquel día al hospital de Pine Ridge para ver a su hermana y a los gemelos.

 

Además de querer saber cómo estaba la nueva madre, Paula estaba intentando pensar en algo que no fuera el hecho de que la cafetería de pronto parecía un lugar muy romántico, con todas las luces apagadas salvo la más cercana a la mesa en la que se encontraban ellos.  Solo habría sido más romántico si en vez de la luz hubiera habido velas. Eso habría sido su perdición.


 –Inquieta –respondió Pedro–. Ya conoces a Luciana. Le cuesta tomarse las cosas con calma, pero está bien. Gracias a tí.

 

Paula cambió de postura en su asiento. Tal vez lo del café y el pastel hubiera sido una mala idea. Se le pasaban muchos pensamientos por la cabeza, pero ninguno tenía que ver con la conversación, sino con el hombre con quien estaba manteniéndola.

 

–Ya te dije que Luciana hizo todo el…

 

Pedro puso los ojos en blanco.

 

–¿Vas a aprender alguna vez a aceptar un cumplido? –le preguntó–. Nadie va a pensar que eres una creída si dices «Gracias» cuando alguien dice algo positivo sobre lo que has hecho.


 Paula resopló y murmuró:

 

–Gracias.

 

Pedro sonrió con satisfacción en sus ojos marrones.

 

–¿Ves? ¿Tan difícil ha sido?


 –No, pero…


 –No, no, no –dijo Pedro negando con un dedo frente a ella para que no siguiera hablando–. Déjalo ahora que aún estás a tiempo –toda su familia quería darle las gracias a Paula y él no pensaba permitir que le quitara importancia a lo que había hecho por Luciana–. Además, Luciana nos ha dicho que sintió que se desmayaba y, a juzgar por el corte de la frente, creo que debió de golpearse la cabeza contra el lavabo al caer. Si no la hubieras encontrado tú, ¿Quién sabe cuánto tiempo habría estado inconsciente?


 Cierto, había despertado a Luciana, pero seguramente no se habría quedado inconsciente durante mucho más tiempo.

 

–Probablemente hasta sentir la primera contracción realmente fuerte, creo yo –respondió.

 

En esa ocasión fue él quien se calló. Paula era demasiado modesta para su propio bien. En aquel aspecto, era lo contrario a él. A él le gustaba llamar la atención; al parecer ella estaba más a gusto en la sombra. Pensó que podrían aprender el uno del otro, sobre todo él de ella, aunque no pensaba admitirlo. Al menos por el momento.


 –Lo único que sé es que Luciana ha dicho que no habría salido todo tan bien si tú no hubieras estado allí. Por cierto –añadió mientras comía pastel– , a Luciana y a Cristian les gustaría que fueras la madrina de los gemelos.


 Paula dejó caer su tenedor en el plato y se quedó mirándolo, pero no por la belleza de su rostro, sino por lo que acababa de decirle.


 –¿Qué?

 

–Madrina –repitió él más despacio y pronunciando cada sílaba–. ¿No estás familiarizada con el concepto de madrina? –le preguntó.

 

–Claro que sí –respondió ella–. Es que… ¿No prefiere que la madrina sea alguien más cercana a ella?

 

–Ahora mismo, la única persona más cercana que tú es Dios –contestó él riéndose–. Mi padre quiere adoptarte. Y Cristian me ha pedido que te dijera que será tu abogado de por vida… Y gratis. Según Luciana, y la señorita Joan, mantuviste la calma durante todo el proceso, de principio a fin. Eso ayudó mucho a que Luciana se calmara también. 

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