lunes, 7 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 14

Paula sintió que el corazón le volvía a su ritmo normal. Sabía a lo que Pedro se refería. ¿Cómo se le había olvidado? Si Pedro iba a Murphy’s, sería para ver si la promesa de una nueva banda había atraído a caras nuevas de los pueblos vecinos.


 –Bueno, no querremos llegar tarde –respondió ella.


 –Que se diviertan–les dijo Alejandra mientras los seguía hacia la puerta–. No te preocupes por Camila, ni por nada más –le ordenó a Paula–. Por una noche, por favor, actúa como si tuvieras tu edad en vez de la mía.

 

–Buen consejo, señora Johnson. Me aseguraré de que lo siga –le prometió Pedro con una sonrisa radiante–. Muy bien, milady, su carruaje los aguarda –le dijo a Paula con una reverencia.


 –Veo que has lavado bien tu «Carruaje» –bromeó ella mientras abría la puerta del copiloto de su camioneta.


 –No se puede causar buena impresión con un carruaje sucio, ¿Verdad? –respondió él con una carcajada mientras se colocaba tras el volante.

 

Paula no dijo nada. Sabía que la buena impresión de la que hablaba se refería a cualquier mujer en la que se fijara aquella noche, pero por el momento fingió que había hecho aquello por ella y que era su cita, no un simple amigo haciéndole un favor. 



–En serio, muñeca –le dijo Pedro mientras se alejaban de la casa–. Podrías haberme llamado y haberme dicho que querías ir a ver tocar a Joaquín esta noche. Habría estado encantado de pasar a recogerte.

 

Quitó el pie del pedal del acelerador de su camioneta y miró a Paula. Aquella noche parecía diferente. Había pasado demasiado tiempo mirando a través de ella y no se había dado cuenta de lo realmente guapa que era su amiga. Realmente guapa. Le costaba trabajo apartar la mirada de ella. Al ver que ella no respondía, Pedro siguió hablando.

 

–Me ha sorprendido saber que ibas a salir para variar.

 

Le dirigió a Paula una sonrisa amplia. El tipo de sonrisa que las chicas con las que salía definían como «sonrisa asesina», salvo que con ella no estaba intentando demostrar nada ni encandilarla como hacía cuando tenía una cita. Como se trataba de Paula, la sonrisa que le dirigió fuecompletamente auténtica. 


–Bien por tí –le felicitó–. Supongo que no eres la chica aburrida que finges ser.


Paula estiró los hombros y se ofendió con el comentario que acababa de hacerle.

 

–Primero, yo no finjo ser nada. Nunca lo hago. Y segundo, no soy ni he sido nunca una aburrida, Pedro Alfonso.

 

–De acuerdo –contestó Pedro–. ¿Y cómo llamas tú a no hacer nada salvo trabajar veinticuatro horas al día los siete días de la semana?

 

Paula resopló y levantó la barbilla.

 

–Lo llamo ser responsable.

 

–Una responsable aburrida –puntualizó él y, al ver que sus bromas empezaban a molestarle, decidió cambiar de tema–. Me alegro de que salgas, muñeca. ¿Tienes interés en alguien en particular? –le preguntó con curiosidad.

 

«Sí, el cabeza hueca que está sentado a mi lado», pensó ella.

 

–Nadie –respondió con firmeza–. Solo quiero escuchar al grupo, ver si son buenos.

 

–Bueno, los hermanos de Joaquín parecen pensar eso –le dijo Pedro–. Creen que tiene mucho potencial. Bruno incluso ha despejado una zona concreta para que haga las veces de pista de baile. Tal como yo lo veo, la música tiene que ser buena para que la gente baile.

 

Paula sonrió al pensar en algo que Nadia le había dicho sobre el grupo. 

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