miércoles, 23 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 47

Sintió que volvía a sonrojarse.

 

–¿Te sonrojabas tanto cuando eras más joven? –le preguntó Pedro en tono de broma–. No lo recuerdo, pero creo que no.


 Paula aceleró el paso deliberadamente para adelantarse a él y que no pudiera verle la cara.


 –Date prisa, pedazo de tortuga –le dijo–. Vamos, antes de que se acabe la tarta.

 

–Siempre y cuando lleguemos a la barra antes que el gran Javier Zucoff, no pasará nada –le dijo Pedro, que también aceleró el paso–. Ese hombre se comerá cualquier cosa que no se lo coma a él primero, y nunca había conocido a nadie con tanta debilidad por el dulce como el gran Javier.

 

–La señorita Joan lo tendrá vigilado –le aseguró Paula. A su jefa le gustaba que todo fuese justo y se aseguraba de que nadie estuviera en desventaja. Y era cierto que el gran Javier podía comer más rápido que cualquier otra persona que hubiera conocido–. Recuerda que ya lo hizo el año pasado.


 –Pero este año es más grande –señaló Pedro con una carcajada–. No creo que haya nada capaz de contenerlo, salvo echarle el lazo y atarlo a un árbol.

 

–Bueno, si alguien puede hacerlo, esa es la señorita Joan –respondió Paula, pero en realidad no pensaba en el hombre del que estaban hablando, ni en el café y la tarta de la señorita Joan, ni siquiera en el árbol de Navidad que ella había ayudado a llevar al pueblo.

 

Daban igual las palabras que salieran de su boca, porque Paula no podía dejar de pensar en aquellos maravillosos segundos durante los cuales el tiempo se había detenido cuando Pedro había vuelto a besarla. Salvo que aquella ocasión, a pesar de no haberlo creído posible, había resultado mucho más íntima y estimulante que la primera vez que Pedro la había besado. A su modo de ver, nada de lo que pudiera encontrar bajo el árbol la mañana de Navidad podría competir con lo que ya había experimentado. En lo que a ella respectaba, ya había tenido su milagro navideño, y le duraría muchas Navidades más. 



Sentada frente a su anticuado ordenador, Paula sentía que le pesaban los párpados. Intentaba mantener los ojos abiertos, pero no era fácil. Se había levantado temprano, como siempre, para estudiar un poco. Los exámenes se acercaban y tenía que estar preparada si quería conseguir su objetivo de convertirse en enfermera. Sin embargo, levantarse temprano, acostarse tarde, trabajar, estudiar y atender las necesidades de Camila y de su madre suponían un gran desafío. Aunque no dejaba de repetirse a sí misma que, si no fuera desafiante, si todo aquello fuese fácil para ella, entonces la vida habría sido extremadamente aburrida. Trabajar duramente era algo que iba en su naturaleza, y siempre le habían gustado los desafíos. Simplemente era algo difícil trabajar tan duramente y tener tantos desafíos. Debía admitir para sí misma que no le habría importado tener menos desafíos de vez en cuando.

 

–Maldita sea –murmuró en voz baja. Habían vuelto a cerrársele los ojos. Tenía que dejar de hacer eso o suspendería.


 A no ser, claro, que encontrara la manera de absorber toda esa información por ósmosis. Improbable. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario