viernes, 11 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 21

 –Por mí como si apuestas por el Río Grande –le dijo.

 

–Vamos, señorita –insistió él tirando de ella–. Solo un baile. No te habrás vestido así para quedarte parada como un pasmarote.


 –Bueno, desde luego no lo he hecho para bailar contigo –respondió ella, decidida a liberarse.

 

–Respondona. Me gusta –declaró el chico riéndose mientras le apretaba el brazo con más fuerza.

 

Por segunda vez en los últimos minutos, Paula oyó una voz masculina a sus espaldas.

 

–La señorita ha dicho que no tiene interés en bailar contigo. ¿Qué parte del «No» no has entendido?

 

A juzgar por cómo se le aceleró el corazón, a pesar del ruido, supo que tenía que ser Pedro. ¿Cómo había llegado allí tan rápido? Acababa de verlo intentando seducir a Juliana.

 

–Largo de aquí, vaquero –respondió el otro con los dientes apretados.


 Con movimientos deliberados, Pedro la separó del vaquero y se colocó entre ambos.


 –Tú primero –le dijo con voz tranquila. 


Pero Paula se dió cuenta de que su mirada era de acero. Por un instante, pareció que fuese a desencadenarse una pelea. El vaquero estaba a punto de pegar a Pedro, pero en el último momento blasfemó en voz baja y agitó las manos con desdén.

 

–No merece la pena despeinarme por ella –declaró–. Parece más fría que el hielo. Toda tuya, vaquero –sin más se alejó de ellos.


 Inmediatamente después, Pedro se volvió hacia ella.

 

–Ese imbécil no te habrá hecho daño, ¿Verdad? 


–No. Estoy bien –le aseguró ella–. ¿De dónde has salido?

 

Pedro le dirigió entonces la sonrisa que siempre hacía que el corazón le diese un vuelco.

 

–Bueno, inicialmente, según mi madre, empecé siendo un brillo en los ojos de mi padre…

 

–Me refería a ahora –contestó ella intentando no reírse–. Acababa de verte al otro lado del bar con Juliana.


 En cuanto Pedro había mirado hacia allí y había visto lo que sucedía, se había enfurecido. Pero eso no se lo dijo.


 –Parecía que necesitabas que alguien viniese a salvarte. ¿Sabes, muñeca? Has de tener cuidado con el tipo de señales que envías en un lugar así –le advirtió.


 –No estaba enviando ninguna señal –protestó Paula, indignada–. Solo estaba balanceándome al ritmo de la música.

 

–Las palmeras se balancean –matizó Pedro–. Tú estabas moviendo las caderas de un modo muy sugerente. Ese imbécil solo se ha dejado llevar por la invitación –si él no hubiera estado allí, ¿quién sabía hasta dónde habría llegado aquello antes de que alguien interviniese? Ni siquiera quería pensar en lo que habría podido ocurrir. Sabía que a Paula le gustaba pensar que podía cuidarse sola, pero la verdad era que no era tan fuerte como creía–. La próxima vez, ten más cuidado. 

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