miércoles, 2 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 4

Paula asintió. Había visto en alguna ocasión a Sandra Monroe, la persona a la que Pedro se refería, cuando esta se había pasado por la cafetería. La mujer tenía el tipo de cara que resultaba atractiva sin maquillaje, y Paula envidiaba eso. Ella llevaba muy poco maquillaje, pero sentía que, si salía sin nada, no tenía rasgos visibles.

 

–Sí –respondió con paciencia–. La recuerdo. ¿Qué pasa con ella?

 

–Bueno, adivina qué hermano acaba de hacer la pregunta del millón.

 

Por un segundo, Paula sintió un vuelco en el corazón al pensar que Pedro estaba refiriéndose a sí mismo. Ella había visto cómo miraba inicialmente a la tal Sandra, y cualquiera se habría dado cuenta de que estaba encaprichado de la atractiva pelirroja. Y, aunque sabía que la atracción de Pedro por una mujer duraba muy poco, siempre pendía sobre su cabeza, y sobre su corazón, la amenaza de que algún día apareciera una mujer que le enamorase, y entonces Pedro la seguiría hasta los confines de la tierra.  Pero entonces se dió cuenta de que la sonrisa de sus labios era más de suficiencia que de otra cosa. Ella no era una experta en el comportamiento masculino, pero estaba segura de que un hombre no sonreiría con suficiencia al decir que había encontrado al amor de su vida e iba a casarse con ella. Así que no se refería a él. Entonces tenía que ser…

 

–¿Fede? –preguntó–. ¿En serio?

 

Federico Alfonso hijo, conocido por todos como Fede, era el mayor de los hermanos. Al contrario que Pedro, Fede apenas sonreía. Si Pedro salía demasiado, Fede no lo hacía nunca. Que ella supiera, el mayor de los hermanos Alfonso dedicaba su vida a trabajar en el rancho y a ser no solo la mano derecha de su padre, sino también la izquierda. Paula había dado por hecho que nunca se casaría. Ya se había casado con el rancho.


 –¿Fede le ha pedido a esa mujer que se case con él? –preguntó con incredulidad.


 Conocía a todos los hermanos desde que empezó a relacionarse con Pedro, pero en general los conocía a través de los ojos de él y de las interpretaciones que este hacía de sus acciones. Según él, aunque Fede no odiaba a las mujeres, tampoco es que le encantaran. Y además no tenía tiempo de mantener una relación. Sin embargo recordaba que, siempre que veía a Samantha, estaba en compañía de Fede. «Bueno, qué sabrás tú», pensó. «Los milagros ocurren». Las palabras de Pedro le dieron esperanza.

 

–Sí –contestó Pedro, riéndose al ver su cara de sorpresa–. A mí también me ha dejado de piedra –admitió–. Quieren casarse en Nochebuena. Yo seré el único varón Alfonso que quedará soltero.

 

–Quizá porque las chicas de Forever son lo suficientemente sensatas como para saber que, como marido, acabarías dándoles más trabajo que la mayoría de los hombres –intervino la señorita Joan. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario