miércoles, 30 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 61

Paula empezaba a sentir que el día no iba a acabar nunca. La señorita Joan acabó saliendo a ayudar en la cafetería, después de que se llevaran a Luciana y a los gemelos a Pine Ridge para que los examinaran debidamente. Sabiendo que, a pesar de su actitud, la señorita Joan estaba preocupada por Luciana y por los bebés, Paula le dijo que podía irse con su nuera. Como era de esperar, su jefa se negó.


 –Ahora mismo necesitan estar a solas, aunque estar a solas es lo que les ha llevado a esto –comentó la señorita Joan con una sonrisa. Tomó aliento y miró a su alrededor–. Veo que has sabido defender el fuerte bastante bien.


 –No tenía otra opción –respondió Paula mientras llevaba corriendo tres pedidos de tortitas y zumo–. Además, Eduardo está ayudándome, así que no es tan malo como podría ser –si hubiera tenido que cocinar ella, las cosas tal vez hubieran ido más lentas.

 

–¿Dónde está Nadia? –preguntó la señorita Joan, mirando a su alrededor por segunda vez. Nadia tenía que trabajar también aquella mañana.

 

–Llamó para decir que iba a llegar tarde –contestó Paula sin mirarla.


 Su jefa se quedó mirándola fijamente.

 

–No ha llamado, ¿Verdad?

 

Paula frunció el ceño. Si había algo que odiaba más que mentir era que la pillaran mintiendo. 


-No –admitió– pero llegará. Siempre aparece.

 

–Deja que te dé un consejo muy importante –dijo su jefa, le pasó un brazo sobre los hombros e hizo que se detuviera un instante–. Nunca juegues al póquer, niña. No tienes buena cara de póquer.


 Aún con la bandeja llena en las manos, Paula asintió.


 –Intentaré recordarlo –contestó–. Pero ahora mismo estoy ocupada intentando recordar quién quiere qué en la mesa cuatro.


 –No importa. Ese tío del bigote que hay en la cocina puede hacer que hasta una bota sepa bien. Y, si alguna vez le dices que he dicho esto, te despido, ¿De acuerdo?

 

–Entendido –le aseguró Paula.


 –Muy bien. Ahora vuelve al trabajo.

 

–Eso era lo que pretendía, señorita Joan. Eso era lo que pretendía – murmuró Paula en voz baja mientras se dirigía hacia la mesa cuatro.



Sentía como si hubiera estado trabajando sin parar durante todo el día. Sumado a eso, en un momento dado, la señorita Joan la había dejado al cargo y se había ido con Juan a visitar a Luciana al hospital de Pine Ridge.  Habían decidido que sería mejor que Luciana pasara la noche en el hospital, donde estaría bien atendida, antes de comenzar su vida como madre de gemelos, cosa que algunos definían como lanzarse a un río revuelto en barca y sin remos. Tras llamar a su madre para decirle que acostara a Camila porque ella todavía tardaría algunas horas en llegar, Paula se quedó también al tercer turno después de haber hecho los dos primeros. Su torrente de adrenalina se había agotado por completo cuando por fin terminó la jornada aquella noche. Arrastrando los pies uno detrás del otro, se acercó a la puerta y cerró. Una vez hecho todo, suspiró aliviada. Justo cuando se dió la vuelta, oyó que alguien llamaba a la puerta. Una parte de ella quiso fingir que no lo había oído y seguir andando hasta llegar al despacho. Pero iba en contra de su naturaleza darle la espalda a alguien. Así que, a pesar de que las demás camareras y los cocineros se hubieran marchado y solo quedara ella en la cafetería, Paula se dió la vuelta para volver a la puerta. 

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