viernes, 25 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 55

Paula tomó aliento. Aquello no iba bien.

 

–De acuerdo, me quedaré, Luciana. Me quedaré –le prometió. E intentó centrarse con gran esfuerzo–. Y no te preocupes. En realidad no es la primera vez que hago esto. Yo traje a Camila al mundo.

 

Por un segundo recordó el caos de aquella noche, con su hermano dándole órdenes y su novia gritando y llorando. Y allí estaba ella, en el ojo del huracán, rezando para hacerlo todo bien. Camila había nacido en cuestión de minutos y todo había salido bien.

 

–Daniela se puso de parto tres semanas antes de lo esperado y tampoco hubo tiempo de llevarla al médico. Y ahora sé más de lo que sabía entonces porque estoy estudiando Enfermería, así que todo saldrá bien. Confía en mí.

 

Estaba haciendo todo lo posible por tranquilizar a Luciana, pero al parecer no estaba consiguiéndolo. Luciana seguía asustada.

 

–Pero, Luciana, voy a necesitar la mano –le dijo Paula amablemente. La ayudante del sheriff no pareció registrar sus palabras–. Suéltame la muñeca, Luciana.


 Finalmente, Luciana abrió la mano y se clavó los dedos en sus propias palmas. El dolor estaba a punto de hacer que se desmayara.

 

–Lo siento… –murmuró.

 

–No tienes nada que sentir –le aseguró Paula–. Lo entiendo.

 

Se quitó el delantal e intentó colocarlo debajo del cuerpo de Luciana. Desde aquella nueva posición, podía verle mejor la cara. Tenía un corte abierto justo encima del ojo derecho. No resultaba difícil imaginar lo que había sucedido. Luciana debía de haberse golpeado la cabeza con el lavabo al desmayarse.  Pero en aquel momento eso era algo poco importante. La prioridad era traer al bebé al mundo sano y salvo.


 –Esto… es… Horrible –gimió Luciana.

 

–Acabará pronto, te lo prometo –le dijo Paula.


 Con determinación, le levantó la blusa y le quitó los pantalones elásticos que llevaba puestos.


 –Aquí empieza a ser personal, Luciana –murmuró–. Pero, como te he dicho, acabará pronto –«Aunque a ti no te lo parecerá», añadió para sus adentros. 


Nada más echar un vistazo tuvo claro que el bebé empezaba a asomar la cabeza y que además iba a nacer aunque ninguna de las dos estuviera preparada para el parto.

 

–Muy pronto –le dijo.


 –¿Paula? –preguntó Luciana con incertidumbre.

 

Solo con oír su nombre, Paula supo lo que Luciana estaba preguntándole.

 

–El bebé ya viene, Luciana. Necesito que presiones hacia abajo y empujes –le pidió–. Yo me encargaré de sacarlo –Luciana soltó un alarido al sentir el dolor desgarrador–. De acuerdo, esa parte la dominas. ¡Ahora empuja! –ordenó Paula con voz de hierro.

 

En ese momento se abrió la puerta a sus espaldas.

 

–He oído eso desde el otro lado de la cafetería. ¿Qué diablos está pasando…? ¡Dios mío! –exclamó la señorita Joan al ver a su nuera tirada en el suelo del cuarto de baño y darse cuenta de lo que eso significaba–. Luciana, cariño, ¿Estás bien?


 –Está bien, señorita Joan –le dijo Paula intentando sonar tranquila–. Está a punto de ser abuela. Si no está muy ocupada, ¿podría ponerse detrás de ella y sujetarle los hombros?

 

Por primera vez en su vida, la señorita Joan pareció indecisa.

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