viernes, 11 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 25

¿Qué diablos había sucedido? Tampoco era un mujeriego pervertido dispuesto a tirarse encima de cualquiera que se cruzara en su camino. Era una persona decente a la que le gustaba la diversión y que siempre había tratado a las mujeres con absoluto respeto. Sobre todo a Paula. Dios, ni siquiera sabía si alguna vez la había visto como mujer antes de aquella noche. Había sido su amiga desde que él le estrechara la mano el primer día que había aparecido en su clase con aspecto de oveja perdida. Como si no supiera si iba a encajar. Había sentido pena por ella y no le había gustado que Marianela Jennings y su amiga se rieran de ella durante el recreo. Así que se había acercado y le había ofrecido su amistad a modo de defensa aquel día. Lo había hecho solo para ser amable; no imaginaba que fuese a querer tenerla de amiga. Pero ¿Cómo iba a ser de otra forma? Tenían mucho en común. Les gustaban las mismas cosas, veían las mismas películas y, lo más importante, Paula entendía sus chistes. Pero en ningún momento en todos esos años había pensado en ella como una chica que estaba convirtiéndose en mujer.  Y ahora no podía dejar de pensar en ello.  Además no recordaba la última vez que se había quedado sin palabras. Pero, en aquel momento, era incapaz de decir nada coherente.  Solo le venían a la cabeza palabras sueltas, sin sentido.


 –¿Te apetece algo? –preguntó finalmente, ansioso por decir algo normal–. ¿Una copa? –le sugirió al darse cuenta de que, al fin y al cabo, aquello era un bar.

 

Paula miró hacia la mesa donde el vaquero pesado había dejado su copa. El destornillador seguía allí y ella lo señaló con la cabeza.


 –Ya tengo una, pero gracias por el ofrecimiento.

 

Dió un paso hacia la mesa donde estaba la copa, pero Pedro se movió y le cortó el paso.

 

–Iré a pedirte una nueva –le dijo.


 Una sonrisa iluminó su boca; la misma boca que acababa de besar.


 –No creo que se haya estropeado. Es una copa, no un trozo de carne al sol.


 Pedro le colocó las manos en los hombros, la giró hacia la barra y comenzó a andar hacia ella.

 

–Sí, pero ese imbécil la ha tocado, y a saber qué otras cosas habrán tocado sus manos.


 Paula no explicó que el vaquero también la había tocado a ella al intentar hacer que bailara con él. En su lugar, siguió a Pedro hasta la barra y dijo: 


–Gracias, es muy considerado por tu parte.

 

Él se rió y se sintió más relajado a medida que iban regresando a sus papeles habituales.

 

–Bueno, ya me conoces, muñeca. Soy un tipo muy considerado.

 

–Sí –convino ella fijándose en su figura atlética–. Sí que lo eres.

 

Se mordió el labio. No quería ahuyentarlo siendo demasiado pegajosa o algo parecido, pero Pedro había hecho por ella lo que nadie más había hecho, y lo había hecho no una, sino dos veces, si tenía en cuenta su primer encuentro. Había acudido en su ayuda y siempre le estaría agradecida por ello.


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