lunes, 21 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 43

 Dado que el equipo que la señorita Joan había reclutado para seleccionar el árbol de Navidad de aquel año había logrado su objetivo bastante rápido, acabaron regresando al pueblo mucho antes del atardecer. La noticia se extendió con rapidez y pronto los habitantes de Forever se acercaron a la plaza para dar su opinión sobre el pino en cuestión. Como si estuviera dirigiendo una caravana en el Salvaje Oeste, la señorita Joan detuvo su camioneta en el centro del pueblo, se bajó del vehículo e hizo que los otros se detuvieran.

 

–¡Hemos conseguido otra belleza! –anunció ante el mar de personas que se habían reunido allí.

 

En vez de dejar el árbol donde estaba hasta el día siguiente, la señorita Joan consideró que aún había suficiente luz, y suficientes manos, para bajarlo del camión y colocarlo en mitad de la plaza.


 –Han elegido a otro ganador –le dijo Juan con orgullo a su esposa antes de darle un beso en la mejilla.

 

–Deja eso para luego, Juan –respondió ella–. Ahora mismo necesito arneses y cabrestantes. Ya sabes cómo va –le dijo a su marido.

 

–Está todo detrás del taller de Sergio –le informó Juan. Llamó a algunos hombres para que fueran con él y pudieran trasladar el equipo necesario para levantar el árbol y asegurarlo en la posición deseada.

 

La señorita Joan renunció al control de aquella parte de la operación y permitió que su marido se encargase. Juan estuvo encantado de ocuparse del trabajo, ayudado de Cristian y de algunos jóvenes más. Trabajaron en armonía, pues ya habían hecho aquello antes o lo habían visto hacer año tras año.  Noventa minutos después de entrar en el pueblo con el pino, el árbol ya estaba colocado en la plaza, listo para ser decorado.  Cualquiera que lo deseara, sin importar su edad, podía formar parte de aquella fase del proceso. La única norma era esperar a que las luces estuvieran puestas, cosa que no tardó en suceder gracias a la precisión casi militar de Juan. Más allá de eso, no había normas que seguir, salvo la de pasárselo bien. Mucha gente deseaba participar en aquella parte de la ceremonia, pues era una tradición que gustaba a todos. Pedro miró a su alrededor y no solo vio a su padre, que era el mejor amigo de Juan y podría estar en el pueblo por razones que no tuvieran que ver con la decoración del árbol, sino que también estaban sus hermanos y su hermana. Cierto que Luciana y Gabriel trabajaban en el pueblo, pero sus trabajos no consistían en estar en la plaza, esperando su turno para adornar el árbol de Navidad.  Tampoco formaba parte del trabajo de Macarena Santiago. Aparte de ser la esposa del sheriff, era abogada y había creado un bufete con Cristian, el marido de Luciana. Los sábados eran para ponerse al día en el despacho o para intentar comprimir siete días de vida familiar en dos. Pero allí estaba, con todos los demás. Entre Macarena y su marido, era difícil saber cuál de los dos iba vestido de manera más informal, pues ambos solían ir ataviados con ropa formal. Pedro sonrió al ver la escena. Todo el pueblo había salido de casa para la ocasión, que todos consideraban un día de celebración no oficial.

 

–Han escogido un árbol muy bonito, Paula. 

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