miércoles, 16 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 31

  –¿Quiere que vaya con usted?

 

La señorita Joan se encogió de hombros ligeramente. 


–Pensaba que tal vez ya era hora de que hicieras tú también el viaje – le dijo a Paula–. Le dije al resto del equipo de este año que estuviera aquí a las once para que pudiéramos salir todos juntos. Supongo que va a ser complicado.


 Paula sabía que cada año la señorita Joan reclutaba para aquella tarea a algunos hombres a los que consideraba bien cualificados. A los que le resultaban útiles se lo pedía año tras año. A los que no estaban a la altura de sus expectativas los dejaba fuera al año siguiente.  ¿A qué se referiría cuando decía que iba a ser complicado?

 

–¿Por qué?

 

La señorita Joan la miró con incredulidad.


 –¿Alguna vez miras por la ventana? –le preguntó. Como si quisiera demostrar a lo que se refería, la señorita Joan se acercó al ventanal delantero de la cafetería y señaló en la distancia–. ¿Ves algo que llame tu atención?

 

Paula se acercó a ella y miró a través del cristal, como le había pedido. No vió nada fuera de lo común. Era el mismo terreno estéril de siempre.

 

–Mira todo el conjunto –insistió su jefa cuando Paula no respondió.

 

–Allí es donde van a buscar el árbol, ¿No? –preguntó ella, refiriéndose a la montaña situada en la distancia.


 –Ahí es donde vamos, sí –confirmó la señorita Joan. Su tono indicaba que estaba esperando a que se le encendiera la bombilla.

 

–No… –Paula estaba a punto de decir que no sabía lo que estaba buscando, pero entonces se dio cuenta de lo que estaba hablando la señorita Joan–. Hay nieve en la montaña.


 –Por fin. Empezaba a pensar que necesitabas gafas.

 

No nevaba con frecuencia en aquella zona de Texas, y desde luego nunca nevaba en Forever. Pero las montañas eran lo suficientemente altas como para tener algo de nieve en lo alto en caso de que hubiera nevado, cosa que obviamente había sucedido.


 –Federico tendrá que ponerle las cadenas a la camioneta, si es que las tiene –murmuró la señorita Joan–. Ese hombre nunca está preparado para los imprevistos. Piensa que, si necesita algo, podrá conseguirlo cuando llegue el momento. Si no tiene cadenas, vamos a tener que conducir con mucho cuidado.

 

Ahora que pensaba en ello, Paula empezaba a entusiasmarse con el evento.

 

–¿De verdad quiere que vaya yo también?

 

–Pensé que te gustaría. Eres bastante racional… La mayor parte del tiempo –contestó la señorita Joan–. Y el pueblo necesitará a alguien que elija el árbol si yo no estoy.


 Paula la miró fijamente.

 

–¿Por qué no iba a estar? –preguntó, y de pronto se preocupó–. Señorita Joan, ¿Se encuentra bien? No le pasa nada, ¿Verdad? ¿Hay algo que no me ha contado?


 –Hay muchas cosas que no te cuento –respondió su jefa–. Pero, en lo referente a mi salud, no ocurre nada.


 Entonces, ¿Dónde estaba el drama? Paula no entendía nada. 

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