viernes, 4 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 6

 –Vamos, Paula, dí que sí –dijo Nadia Hodges, una de las camareras a tiempo parcial de la señorita Joan, mientras seguía a Paula por la cafetería– . Nunca te diviertes –se quejó en voz baja para que los que todavía estaban comiendo en la cafetería no la oyesen–. ¿Quieres estar dentro de veinte años sola en tu casa, viendo las sombras de la pared y lamentándote por no haber dedicado tiempo a crear recuerdos? Por el amor de Dios, Paula, lo único que haces es trabajar.

 

En eso Paula estaba de acuerdo, pero tenía una muy buena razón para ello.

 

–Eso es porque no hay nada más.

 

Al menos no había nada más en su mundo. Estaba su trabajo a jornada completa como camarera y, cuando terminaba su turno, se iba a casa y allí le esperaba otro trabajo muy diferente. El trabajo que hacía cualquier mujer que tuviera una familia y un hogar que mantener. En su caso, ella cuidaba de su madre, cuyas capacidades estaban limitadas debido a su estado y a la silla de ruedas en la que estaba prisionera desde hacía unos años. También cuidaba de su sobrina, Camila, la cual, con casi cinco años, era difícil de manejar. Y por supuesto estaba la casa, que no se limpiaba sola. Y, después de ocuparse de todo eso, tenía los cursos online. Cierto que estaban programados estratégicamente en torno a su tiempo limitado, pero allí estaban, esperando. Todo aquello suponía un día de veintitrés horas y media. Eso le dejaba un mínimo de tiempo para emplear en cosas tan frívolas como comer y dormir. Y eso sí que no le dejaba tiempo en absoluto para hacer cosas como salir con sus amigas y no hacer nada; o, como Nadia le proponía, ir a bailar a Murphy’s.


 –Eso no es todo lo que hay –se quejó Nadia–. Dios, Paula, dedícate algo de tiempo antes de convertirte en una vieja arrugada que viva arrepintiéndose de todo lo que no ha hecho.

 

Nadia la agarró del brazo para llamar su atención porque parecía que Paula no registraba sus palabras. Era una chica de trato fácil, pero no le gustaba que la acorralaran física ni verbalmente. Levantó la cabeza y la mirada severa de sus ojos hizo que Laurie apartara la mano, aunque no dejó de hablar.

 

–Van a llevar a una banda de verdad que tocará el viernes por la noche. Uno de los hermanos Murphy y dos amigos suyos –explicó–. Joaquín, creo – añadió sin tener muy claro cuál de los hermanos iba a tocar–. O quizá sea Franco. Solo sé que no es Bruno –Bruno era el mayor y el que regentaba el establecimiento. Los tres vivían encima del bar–. Pero en realidad no importa qué hermano sea. El caso es que va a haber gente de verdad tocando en directo para que los demás bailemos.

 

–Sería interesante si tuvieran gente de mentira tocando música – comentó la señorita Joan, que se había acercado a ellas por detrás.

 

En vez de avergonzarse y fingir que estaba ocupada haciendo algo, Nadia recurrió a la dueña de la cafetería para obtener su apoyo.

 

–Dígaselo, señorita Joan –dijo Nadia–. Dígale a esta mujer tan cabezona que solo tiene una oportunidad para ser joven.

 

–Al contrario que las muchas oportunidades que te doy yo de comportarte como una camarera –respondió la señorita Joan–. ¿No tienes azucareros que llenar? –fue una pregunta retórica. Una pregunta que hizo que Nadia diera un paso atrás y se apresurase a obedecer.


Cuando la otra camarera se marchó, la señorita Joan se volvió hacia Paula. 

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