viernes, 25 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 54

Sabía que Luciana no podría haberse marchado sin que ella se diese cuenta. Solo había una salida, y la ayudante del sheriff tendría que haber pasado frente a la barra para abandonar el establecimiento. Tampoco es que el local estuviese lleno de gente. ¿Habría ido a ver a la señorita Joan por alguna razón? La mujer era su suegra, así que tal vez quisiera hablar de algo con ella. Pero, a pesar de ser una excusa convincente, sentía que no era eso. Algo iba mal, lo sentía en los huesos.

 

–¿Luciana? –preguntó de nuevo–. Voy a entrar, ¿de acuerdo?

 

Empezó a abrir la puerta muy lentamente para darle a Luciana la oportunidad de decirle que se quedase fuera. Al no oír nada, abrió la puerta del todo. Y fue entonces cuando la vió.  Estaba tirada en el suelo boca abajo. Parecía estar inconsciente.  ¿Se habría desmayado?  Por un segundo pensó en salir corriendo a buscar ayuda, pero no podía moverse. Tal vez hubiera pasado ya demasiado tiempo y aquella fuese una de esas ocasiones en las que cada segundo era crucial. Esa idea hizo que se quedara pegada al suelo. En vez de abandonarla, gritó:

 

–¡Necesito ayuda!

 

Se arrodilló frente a la embarazada y entonces se dió cuenta de que estaba arrodillándose sobre algo húmedo. Luciana había roto aguas. Le puso la mano en el hombro e intentó despertarla.

 

–¿Luciana? Luciana, ¿Puedes oírme? –preguntó angustiada–. Luciana, soy Paula. ¿Puedes decirme qué ha ocurrido?


 Dado que Luciana estaba boca abajo sobre el suelo, lo único que Paula pudo ver fue un párpado agitándose ligeramente. Fue suficiente para darle esperanzas.

 

–Eso es, Luciana. Despierta. Puedes hacerlo. Vamos, intenta incorporarte.

 

Paula le pasó un brazo por debajo del hombro y oyó entonces su grito de dolor. Luciana abrió los ojos de golpe.


 –No puedo. Es… El bebé… Estoy… De parto –explicó entre gritos.

 

–Tengo que llevarte al médico –le dijo Holly intentando no entrar en pánico. 


Se trataba de un proceso natural, ¿No? Las mujeres llevaban siglos dando a luz, con o sin ayuda. Pero, cuando intentó mover a Paula, la mujer se aferró a su brazo para intentar impedírselo.


 –No. No puedo… No puedo.

 

–De acuerdo, no tienes que levantarte –dijo Paula mientras se ponía en pie–. Voy a ir a llamarle para que venga…

 

No tuvo ocasión de terminar la frase, porque Luciana le agarró la muñeca con fuerza.

 

–No… Quédate… Por favor –le rogó–. Ya… Viene… ¡Ya! –exclamó con los dientes apretados. 

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