miércoles, 30 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 64

A Paula le pareció que estaba mirándola de manera extraña. ¿Habría algo que no le había contado? Rebuscó en su mente intentando encontrar una respuesta. Pero no se le ocurrió nada.


 –¿Qué? –le preguntó.

 

Pedro no se había dado cuenta de que se había quedado mirándola.

 

–Estoy impresionado, nada más. Sigo pensando en tí como la niña flacucha con la que iba a nadar al lago todos los veranos –dijo antes de sonreír. Sonreír de verdad.

 

Paula no podía quitarle los ojos de encima. Cuando sonreía así, le legaba al corazón. Algo pasaba. Algo que no tenía nada que ver con que hubiera ayudado a Luciana a dar a luz.


 –¿Ahora qué? –preguntó.


 –Acabo de acordarme –respondió él con gran misterio.

 

A aquel hombre había que sacarle las palabras con sacacorchos.

 

–¿Acordarte de qué?

 

La sonrisa parecía cada vez más sexy y a ella empezaba a costarle trabajo quedarse allí sentada sin moverse.

 

–Que algunas de esas veces íbamos a nadar desnudos.

 

–Teníamos ocho y nueve años –le recordó ella–. Por entonces no había ninguna diferencia –al menos ninguna por la que ella se sintiese insegura.

 

–Oh, claro que las había –respondió él con una mirada sexy y traviesa.

 

Paula se estiró e hizo lo posible por parecer indignada, aunque sabía que no se le daba bien.

 

–Solo dices eso para ponerme nerviosa y avergonzarme –pero no pudo evitar sentir curiosidad–. ¿Tú te fijabas? –le preguntó. Que ella recordara, lo único que querían por entonces era meterse en el agua para refrescarse.

 

–Que yo recuerde, yo era un chico de sangre caliente –contestó él–. Claro que me fijaba –vio que se le sonrojaban las mejillas increíblemente–. ¿Ahora vas a ruborizarte? ¿Quince años después?


Completamente avergonzada, Paula se encogió de hombros y apartó la mirada.

 

–No creí que te fijaras –murmuró.


 –Si no lo hice, debería haberlo hecho –contestó Pedro.


 –Así que en realidad no te fijabas –dedujo ella, y suspiró aliviada.

 

–Puede que no –admitió Pedro. No quería avergonzarla por algo que había sucedido en el pasado. Sin embargo el presente era otra historia bien distinta. Habría tenido que estar ciego para no fijarse en sus atributos.

 

¿Cómo era posible que no se hubiera fijado nunca antes de recogerla aquella noche para ir a Murphy’s? La miró de arriba abajo y detuvo la mirada en sus pechos mientras ella intentaba regular su respiración.


 –Pero ahora sí que me fijo. 


Paula habría jurado que podía sentir sus palabras acariciando su piel. Le parecía que cada vez hacía más calor allí.


 –Puede que no te hayas dado cuenta, pero ahora mismo no estamos nadando desnudos –señaló ella, y se felicitó a sí misma por haber podido pronunciar las palabras a pesar de tener la garganta y la lengua secas.

 

–Pero podríamos estarlo –contestó él–. No estamos muy lejos del lago.

 

–Estamos a mitad de diciembre –dijo ella. A nadie se le ocurría ir a nadar al lago en diciembre.

 

–El agua se mantiene más caliente que la tierra –le recordó Pedro sin dejar de mirarla a los ojos. 

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