miércoles, 2 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 1

 –Hola, muñeca, ¿Qué tal?

 

A Paula Chaves le dió un vuelco el corazón antes de acelerársele, como le sucedía siempre que oía su voz o le veía acercarse a ella. Había sido así desde la primera vez que viera a Pedro Alfonso en primer curso, con sus hombros anchos, su pelo negro y sus ojos marrones. Al comenzar el segundo día de la primera semana del primer curso, para ser exacta. Ella había empezado el primer curso aquel día. Con la intención de cambiar su suerte, su padre había trasladado a la familia, incluyendo a su madre, a su hermano mayor Gonzalo y a ella misma, desde una granja de Oklahoma hasta Forever, Texas.  Por entonces ella era una marimacho, y la razón por la que Pedro se había fijado en ella era que no solo estaba decidida a jugar a todos los juegos a los que jugaban los chicos, sino que además se le daban bien. Corría más rápido que el chico más rápido de clase, trepaba a los árboles más deprisa y no le daban miedo los bichos y serpientes. Además no le importaba ensuciarse.

 

Paula había adquirido todas aquellas cualidades previamente para intentar ganarse el respeto de su hermano mayor. Nunca había llegado a conseguirlo, porque durante su infancia Gonzalo siempre la había considerado como un incordio del que quería deshacerse. A lo largo de aquellos años, a su hermano solo le interesaban las chicas y creía que ella le alejaba de su objetivo. Pedro y Gonzalo, a pesar de no tener la misma edad, compartían el mismo interés; pero, mientras que Gonzalo la había considerado a ella un incordio, Pedro llegó a pensar en ella como en una amiga, una confidente. En resumen, la veía y la trataba como a otro chico. Paula estaba tan loca por él que aceptaba cualquier cosa que él le diera. Así que, durante esos años, se había acercado a Pedro como solo podría hacerlo una amiga y, aunque hubiera preferido que la viese como a una novia, se consolaba pensando que, en la vida de él, las novias iban y venían con mucha rapidez, pero ella era la única constante en su vida, además de su familia.  Era un premio de consolación que podría soportar hasta que Pedro entrase en razón y se diese cuenta de lo que había estado perdiéndose desde el principio.  Era una decisión que ella había tomado a la tierna edad de once años. Es decir, trece años atrás. Y seguía esperando. Tenía que admitir que había momentos en los que sentía que Pedro no la veía en absoluto, que para él no era más que parte del paisaje, parte del fondo que conformaba el pueblo. 


Últimamente, como andaba mal de dinero y tenía que mantenerse no solo a sí misma, sino también a su madre y a Camila, la niña de cuatro años que Gonzalo había dejado a su cuidado al irse al oeste, Paula trabajaba como camarera en la cafetería de la señorita Joan. El punto álgido de su día era ver a Pedro. Se pasaba por la cafetería cada vez que iba al pueblo, cosa que sucedía con frecuencia porque era el encargado de las provisiones para Rancho Grande, el rancho que poseía junto con su padre, sus hermanos y su hermana. Y siempre que Pedro entraba en la cafetería, ella le veía antes de que él dijera una sola palabra.  Era como un radar interno que había desarrollado. Siempre se disparaba cuando Pedro estaba cerca. Ella siempre se volvía hacia él y el corazón se le alteraba inevitablemente antes de que él le dirigiese su habitual saludo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario