lunes, 28 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 56

 –Iré a buscar al médico…

 

–No hay tiempo –respondió Paula con impaciencia–. Que vaya otro. Necesito que se coloque detrás de Luciana, señorita Joan. ¡Ahora!

 

Sin decir nada más, la señorita Joan obedeció. Salió del baño, llamó a la única persona que había en la cafetería, Angélica, y la envió a buscar al médico. Volvió a entrar al cuarto de baño, se arrodilló detrás de su nuera y le apoyó los hombros contra su cuerpo para incorporarla un poco.

 

–Muy bien, Luciana –dijo Paula–. Ahora vuelve a empujar. Con más fuerza.

 

–Ya… Empujo… Con más… Fuerza.

 

–¡Otra vez! –ordenó Paula.

 

Segundos más tarde se oyó otra voz mucho más aguda en el cuarto de baño.  Llorando.


 –Es una niña. ¡Es una niña preciosa! Tienes una niña, Luciana –dijo la señorita Joan entre sollozos.

 

Paula, que tenía al bebé en brazos, se lo entregó a su abuela. La señorita Joan estaba temblando cuando tomó a la niña en brazos.

 

–Perfecta –declaró sin apartar la mirada de su nieta.


 Paula se echó hacia atrás sobre sus talones y respiró profundamente. Aquella había sido la experiencia más excitante que había vivido en mucho tiempo. Recordaba la emoción de tener a Camila en brazos tras asistir el parto. Era una sensación embriagadora.  Comenzó a levantarse.

 

–Voy a por un cuchillo para cortar el cordón –le dijo a Luciana.

 

Tuvo una sensación de déjà vu al ver que Luciana le agarraba la muñeca de nuevo y ponía cara de dolor.


 –Paula –dijo la ayudante del sheriff con una mezcla de sorpresa y certeza al mismo tiempo–. Aún no he acabado. Voy a tener gemelos.


 Paula volvió a apoyarse sobre los talones y estuvo a punto de preguntarle de qué estaba hablando, pero de pronto ya no hizo falta. Volvió a ponerse en el suelo junto a Luciana y vió que había otra cabeza asomando. ¿Gemelos?

 

–¿Qué sucede? –preguntó la señorita Joan. Desde su posición, detrás de Luciana, no podía ver lo que sucedía.

 

–Cristian y yo no se lo habíamos dicho a nadie. Queríamos que… Fuera nuestro… Secreto…

 

–Sí que te gustan las sorpresas –murmuró Paula–. ¡De acuerdo, aquí viene el número dos! –anunció–. Ya sabes cómo va esto, Luciana. ¡Empuja!

 

Luciana obedeció y empujó. Paula le ofreció todo el aliento que pudo y le dijo que empujara a intervalos regulares. Tras soportar los minutos más largos de su vida, se encontró a sí misma ayudando a traer al mundo al segundo nieto de la señorita Joan. El grito de Luciana no fue nada en comparación con el grito que había hecho que la señorita Joan fuese corriendo al cuarto de baño. Paula sujetó al bebé contra su pecho y experimentó un calor recorriendo su cuerpo que poco tenía que ver con la temperatura del recién nacido. 

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