lunes, 28 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 60

A Paula le sorprendió que Pedro hubiera prestado tanta atención a lo que ella le había contado. Normalmente sus conversaciones iban sobre él o sobre la nueva mujer que hubiese despertado su interés. En las raras ocasiones en las que la conversación giraba en torno a ella, daba por hecho que lo que decía le entraba por un oído y le salía por el otro.

 

–Así es –respondió ella, negándose a dejar volar su imaginación.

 

Daniel sonrió. Parecía que por fin iba a tener algo de ayuda.

 

–Puedes contar esto como prácticas. Estaré encantado de escribirte una carta de recomendación y, si necesitas más experiencia para graduarte, ven a verme luego y ya se nos ocurrirá algo. Me vendría bien una buena enfermera en la clínica.

 

Paula se quedó mirándolo. Se habría pellizcado a sí misma, pero no quería correr el riesgo de despertarse.

 

–Lo haré –le dijo, como si de pronto estuviera completamente recargada de energía y pudiera seguir haciendo cosas durante horas.


Pedro le dirigió una sonrisa y levantó los pulgares mientras seguía al médico hacia el lavabo. Si Paula pensaba que tendría más tiempo para saborear aquel nuevo cambio en su vida, se dió cuenta de que estaba equivocada. Tras ella, oyó el ruido de la gente entrando en la cafetería. Gente hambrienta que empezaba su día desayunando en la cafetería de la señorita Joan. Se dió la vuelta para ver las caras de las personas que entraban y buscó entre ellas a Angélica o a Eduardo, la cocinera y el cocinero de la señorita Joan. Con energía o sin ella, Paula sabía que no iba a poder tomar pedidos y servir a los clientes después de haber cocinado primero esos mismos pedidos. Cuando vió entrar a Eduardo, prácticamente lo agarró del brazo y tiró de él hacia la cocina.


 –Oh, gracias a Dios.

 

El cocinero, que llevaba peleándose verbalmente con la señorita Joan más de lo que cualquiera pudiera recordar, la miró y se rio.


 –Muchas mujeres me han dicho eso al verme, pero me temo que eres un poco joven para mi gusto.


 –Y tú demasiado joven para el mío –respondió ella–. Pero esta mañana estamos escasos de personal y necesito que lleves la cocina. 


 –¿Acaso no hago eso siempre? –preguntó él mientras abría las puertas de la cocina–. Por cierto, ¿Dónde está la gruñona de nuestra jefa?

 

Por el momento, Paula pensó que lo mejor sería no decir nada sobre lo que había ocurrido en el lavabo de señoras.

 

–Está en la parte de atrás –se limitó a decir–. Ocupada. Ahora mismo solo estamos tú y yo para encargarnos de todo.


 –Ah –contestó Eduardo con placer en la mirada–. Bien –declaró con un guiño antes de desaparecer en la cocina.

 

Paula estiró los hombros, se preparó para tener un día muy largo y fue a atender a la mesa situada al otro extremo del local. 

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