lunes, 21 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 42

Al menos hasta que oyó a la señorita Joan decir:

 

–¿Has encontrado una nueva manera de hacer la respiración boca a boca, chico? ¿O es que se les ha olvidado cómo hacer ángeles de nieve? Si el problema es ese, se supone que debéis estar uno al lado del otro, no encima.

 

Pedro se puso en pie y le ofreció la mano a Paula. Avergonzada, intentando controlar su rubor, ella aceptó la mano y se levantó apresuradamente del suelo.


 –Me he resbalado –le dijo a la señorita Joan sin mirarla a los ojos.

 

–Eso ya lo veo –murmuró su jefa con ironía–. ¿Creen que podrán mantenerse de pie el tiempo suficiente para ayudar a cargar el árbol en el camión? –les preguntó.


 –Claro que sí –respondió Paula con más convicción de la que sentía.


 Pero por dentro era como si estuviese hecha de mantequilla.

 

–Usted primero –le dijo Pedro a la señorita Joan. Su voz sonaba rígida y formal. No le gustaba que le avergonzaran y la señorita Joan lo había conseguido.

 

–Oh, claro que yo primero –les aseguró la mujer–. Pero ¿Podrán seguirme?

 

–Claro –respondió Paula.

 

–Sin problema –agregó Pedro.

 

La señorita Joan se rió en voz baja, como diciendo «Ya lo veremos», pero por una vez mantuvo la boca cerrada. Cristian había dado marcha atrás con el camión para que estuviera paralelo al árbol. Había suficiente espacio alrededor del espécimen para que todos pudieran rodearlo. La señorita Joan les ordenó a todos que se agacharan y colocaran un brazo y un hombro bajo su parte del pino.


 –Muy bien, preparado todo el mundo. ¡Adelante! –ordenó.


 El primer intento no tuvo mucho éxito, y fue acompañado de una cacofonía de quejidos y lamentos.


 –¿A eso le llaman intentarlo? –preguntó ella, claramente decepcionada con el esfuerzo–. Un grupo de niños pequeños podría hacerlo mejor. 


–Tal vez debamos esperar a que lleguen –murmuró uno de los hombres, Adrián Walker.

 

–Esto no es un diálogo, Walker –respondió la señorita Joan–. A no ser que quieras ser tú quien les diga a los niños de Forever que este año no tienen árbol. ¿No? Ya me parecía. De acuerdo. Ahora vamos a intentarlo de verdad. Coloquense bajo las ramas, agarren con la mano su parte de la plataforma y adelante. A la de tres –ordenó–. Uno. Dos. ¡Tres!

 

En esa ocasión el tronco se levantó del suelo. El árbol se tambaleó y pareció que iba a volver a caer, pero entre todos lograron estabilizarlo y, entre quejidos y gemidos, consiguieron cargarlo en el camión. Agotadas, las diez personas que la señorita Joan había seleccionado para su equipo se quedaron apoyadas contra el camión.


 –No sé tú, pero yo ya tengo mi regalo de Navidad –oyó Paula que Cristian le decía a alguien mientras contemplaba el árbol con absoluta satisfacción.

 

–Sí, yo también –convino Pedro, pero, cuando Paula levantó la cabeza, vió que no estaba mirando el árbol. Estaba mirándola a ella.

 

Y un escalofrío recorrió su espalda en aquel momento. 

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