lunes, 21 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 44

Paula se dió la vuelta al oír su nombre y vió que incluso su madre se había acercado a la plaza. Más concretamente el hermano de Pedro, Leandro, y su esposa, Karina, seguidos de su hijo de dos años, habían llevado la silla de ruedas de Alejandra hasta el centro del pueblo para esperar la llegada del árbol. Alejandra, que era bastante independiente, agradecía la ayuda, pues en ese momento tenía las manos ocupadas. Vió que su sobrina, Camila, iba cómodamente sentada en el regazo de su madre. Sin embargo, al ver a Paula, la niña se bajó de encima de su abuela y corrió hacia la mujer a la que consideraba más como una madre que una tía. Lo que le faltaba en estatura lo compensaba con su energía y con su entusiasmo.

 

–¡Paula, Paula, Paula! –exclamó la niña mientras se abrazaba a sus piernas–. ¡El árbol está aquí!

 

–Lo sé, monito. Yo he ayudado a traerlo –le dijo Paula a su sobrina mientras la tomaba en brazos–. Deduzco que te gusta.

 

–Mucho –respondió Camila asintiendo con la cabeza muy seriamente, como si fuera una persona mayor encerrada en el cuerpo de una niña. 


–Te dejamos en buenas manos –le dijo Karina a Alejandra mientras su marido y ella se apartaban con su hijo.

 

–¡Gracias! –respondió Alejandra en agradecimiento a la pareja.

 

–Mamá, ¿Qué estás haciendo aquí? –le preguntó Paula.

 

–Lo mismo que todos. Esperar a que me toque decorar el árbol. El hecho de que no pueda levantarme no significa que esté dispuesta a que me destierren al cementerio de elefantes todavía. Aún me quedan un par de telediarios.


 –Lo sé, mamá. No pretendía… –empezó a decir Paula, hasta que fue interrumpida por su sobrina.


 Camila, mayor en espíritu que en años, miró horrorizada a su abuela.

 

–¡No te vayas al cementerio de elefantes, abuela! ¡Por favor, no te vayas! No quiero que te vayas –le dijo.

 

Entre risas, Paula le dió un beso a su sobrina en la coronilla.

 

–Nadie va a ninguna parte, monito. Tu abuela estará con nosotras mucho tiempo. ¿Entendido?

 

La niña parecía estar a punto de echarse a llorar. Pero de pronto su expresión cambió, y asintió con tanta fuerza que Paula imaginó que iba a rompérsele el cuello. Sin embargo, Camila ni siquiera se mareó. Tras evitar la crisis, Paula agarró un adorno en forma de  estrella que había en una de las mesas que habían llevado a la plaza. Había mesas en dos lados de la plaza para que todos pudieran tener acceso a los adornos.

 

–Muy bien, monito, veamos lo alto que puedes llegar –le dijo a su sobrina al ofrecerle el adorno.


 Camila examinó la estrella, ladeó la cabeza y contempló el inmenso árbol.

 

–¿Vas a levantarme? –le preguntó.

 

–Eso es hacer trampas –respondió Paula. 


Camila volvió a constreñir la cara y pareció triste.

 

–No lo es. Soy una niña pequeña. No puedo llegar muy alto sin tí. Por favor, Paula. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario