viernes, 25 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 53

 –Paula, estoy embarazada de ocho meses y medio y llevo dentro un elefante gigante. No hay ninguna postura en la que me encuentre cómoda sin que antes haya perdido el conocimiento.


 Paula le dirigió una sonrisa comprensiva.


 –Te compadezco. ¿Lo de siempre? –preguntó mientras agarraba la jarra de agua caliente.


 –Lo de siempre –confirmó Luciana mientras intentaba sentarse en un taburete y redistribuir su peso para encontrar el equilibrio. Pero se le desencajaron los ojos antes de que pudiera sentarse–. Hablando de lo de siempre –comentó con un profundo suspiro–. Parece que tengo que ir otra vez al cuarto de baño. Creo que debería elegir un retrete y hacer que me envíen todo el correo allí. Es como si tuviera que ir cada tres minutos y medio. O el niño o la niña se pasa el día encima mi vejiga o mi vejiga ha encogido hasta tener el tamaño de un guisante.

 

–Puede que sea un poco de las dos cosas –especuló Paula–. Deduzco que aún no sabes si vas a tener un niño o una niña.

 

Luciana negó con la cabeza.


 –Quiero sorprenderme –dijo mientras comenzaba su andadura hacia la parte de atrás de la cafetería, donde se encontraban los baños.

 

–Bueno, tú tienes mucha más fuerza de voluntad que yo, Luciana – reconoció Paula–. Si fuera yo, querría saberlo.

 

–A mí me gustan mucho las sorpresas –contestó Luciana con una sonrisa cansada antes de fruncir el ceño–. Mejor ponme un té extragrande, Paula. Necesito algo que me asiente el estómago. Desde ayer por la mañana me siento muy mareada.


 –Tal vez debas ir al médico –sugirió Paula.

 

–Voy esta tarde. Cuando acabe mi turno –le informó Luciana antes de desaparecer al doblar la esquina–. Hasta entonces, necesito té.


 –Marchando un té gigante, agente –gritó Paula mientras buscaba bajo la barra uno de los vasos extragrandes que la señorita Joan guardaba allí.

 

Lo colocó sobre la barra, sacó dos bolsitas de té del bote y las metió en el vaso. Después lo acercó a la jarra y vertió el agua caliente con cuidado.  Mientras se preparaba la infusión, volvió a lo que estaba haciendo para preparar la cafetería para la clientela de la mañana, que comenzaría a llegar en una hora. Habían pasado casi diez minutos cuando se acordó del té.  Al hacerlo, frunció el ceño. El té estaba más oscuro de lo que Luciana solía beberlo. Claro que, al haberlo pedido más grande de lo normal, tal vez no le importase que el té estuviese más fuerte.


 –Espero que te guste fuerte, Luciana –dijo Paula, dando por hecho que Luciana se habría parado a mirar algo en la parte de atrás después de salir del cuarto de baño. Al no obtener respuesta, miró por encima del hombro–. ¿Dónde estás?


 «Tal vez deba ir a ver cómo está», pensó con cierta preocupación. Rodeó la barra, se dirigió hacia la parte de atrás y esperó encontrarse con Luciana en cualquier momento. Pero, cuando llegó a la puerta del baño, la ayudante del sheriff aún no había salido. Ladeó la cabeza, aguardó un segundo y escuchó con atención por si oía algún movimiento al otro lado de la puerta. No se oía nada.  Empezaba a ponerse nerviosa. Luciana estaba tardando demasiado. Algo no iba bien.


 –Luciana, ¿Estás ahí? –preguntó.

 

No hubo respuesta.

 

¿Por qué? 

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