viernes, 18 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 39

 –Quedense  juntos –les ordenó la señorita Joan. La advertencia iba dirigida al grupo, pero estaba mirando específicamente a Paula cuando dió la orden–. No quiero ser yo la que tenga que pedirle al sheriff que envíe a una patrulla de búsqueda. Siempre y cuando os aseguréis de tener a la vista a un par de personas en todo momento, no se perderán. Bien, pongámonos manos a la obra. Cualquiera que encuentre un árbol digno de consideración, que avise a los demás con un grito. Recuerden que tenemos que encontrarlo rápido. Lo último que queremos es estar aquí cuando empiece a oscurecer.


 Con las palabras de la señorita Joan resonando en sus oídos, Paula y los demás se dividieron, y cada pareja escogió una dirección distinta.


 –Todos parecen bonitos –comentó Paula mirando a su alrededor y contemplando los maravillosos especímenes que se alzaban hacia el cielo–.¿Cómo escogemos solo uno? –le preguntó a Pedro. Para ella, el primero que vieron resultaba perfecto.

 

–Bueno, en este caso en particular, el tamaño sí que importa –le dijo Pedro, y descartó el árbol que estaba admirando. No debía de llegar ni a los tres metros y medio.


 –De acuerdo, ¿y qué me dices de aquel? –preguntó Paula al ver otro árbol más alto.


 –Mejor –convino él al acercarse.


 –Y es lo suficientemente alto –añadió Paula innecesariamente.

 

–Cierto –sin embargo, había vuelto a pasar algo por alto–. Pero no lo olvides. Tenemos que ser capaces de transportar el árbol hasta el pueblo.

 

Nada más ver aquel árbol gigantesco se dió cuenta de que no podrían llevarlo al pueblo en el camión, ni siquiera aunque la plataforma fuese extralarga.

 

–A no ser que encontremos la manera de lanzarlo montaña abajo.

 

–Ya lo pillo –respondió ella. Comenzaron a caminar en busca de un nuevo candidato–. Supongo que encontrar el árbol correcto va a ser como el cuento de los tres osos.


 Pedro se quedó mirándola sin entender de qué estaba hablando.

 

–¿Perdón?

 

–Ya sabes –dijo ella–. Ni demasiado grande ni demasiado pequeño, ha de tener el tamaño justo –explicó utilizando la voz aguda que empleaba cuando le leía cuentos a su sobrina.


 –Me alegra que lo hayan entendido –les dijo la señorita Joan sarcásticamente al acercarse a ellos un momento para ver cómo iban–. Ahora, veamos si podéis encontrar algo que sirva. 

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