miércoles, 30 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 62

Dispuesta a dejar entrar a aquella ave nocturna, pensaba advertirle a la persona que lo único que tenían disponible era medio pastel y los restos del café. Cuando vió a Pedro de pie al otro lado de la puerta, se le aceleró el pulso como siempre, pero no por la razón habitual. Ray había estado ausente casi todo el día, en el hospital con el resto de su familia. Que estuviera allí solo podía significar una cosa.


 –¿Les ha ocurrido algo a Alma o a los bebés? –preguntó casi sin aliento mientras abría la puerta para dejarle entrar.

 

Pedro la miró de manera un poco extraña cuando entró.

 

–No, que yo sepa. ¿Por qué?

 

Paula se quedó mirándolo perpleja.

 

–Entonces, ¿Qué estás haciendo aquí?

 

Él se rió.

 

–Pensé que tal vez la mujer del momento quisiera que la llevaran en coche a casa. Imagino que habrás estado sin parar un instante desde las seis de la mañana.

 

–Desde las cinco –especificó ella–. Llevo levantada desde las cinco – le parecía que había pasado una eternidad–. Pero ya no llevo la cuenta –dejó de moverse y se quedó mirándolo de nuevo, tan sorprendida como hacía un segundo, cuando le había dicho el motivo por el que estaba allí–. ¿De verdad has venido para llevarme a casa?

 

–Claro –respondió él–. ¿Por qué no? Eres mi mejor amiga –le recordó– . Y hoy has hecho mucho más de lo que haría cualquier mejor amiga –añadió con una gran sonrisa–. Así que quería hacer algo por tí a cambio.


Mientras suspiraba, Paula se permitió relajarse por un instante y sentir el peso del cansancio. Le parecía interminable.

 

–Agradezco la oferta –le dijo–. Porque, ahora que he dejado de moverme, siento que estoy agotada –confesó. Pero, incluso aunque Pedro acabara de decir que simplemente estaba devolviéndole el favor, sintió que tenía que hacer algo a cambio por él por ser tan considerado–. ¿Quieres algo de postre y un café? –preguntó señalando el pastel cubierto de chocolate que seguía en la vitrina.

 

Pedro asintió con entusiasmo.

 

–Pastel y café suena bien, siempre que tú te lo tomes conmigo. 


Paula estuvo a punto de poner pegas como tenía por costumbre, pero entonces lo pensó mejor. Al fin y al cabo ya había terminado de trabajar.


 –Claro. Pero dame un minuto.

 

Recorrió la cafetería apagando las luces de todas las zonas salvo la luz situada en la parte de atrás, que no podía verse desde la puerta.

 

–¿Qué estás haciendo? –preguntó él. Si no hubiera sabido que era imposible, habría pensado que estaba creando una atmósfera romántica en vez de cerrar el local sin más.

 

–Ya hemos cerrado, así que, si alguien se asoma, no quiero que vea las luces encendidas. Si no, pensarán que sigue abierto. Llamarán con más fuerza esperando una respuesta y yo me sentiré culpable por no dejarles entrar. Es mucho más fácil si apago todas las luces menos esa última – explicó señalando con la cabeza hacia la mesa situada en un rincón.

 

Él se rió. Aquello era típico de Paula.

 

–Es muy propio de tí –le dijo mientras se metía detrás de la barra para ir a por la cafetera–. Vamos a dividirnos el trabajo. Tú te encargas de las luces y yo del pastel y del café –sugirió.

 

–No importa. Yo puedo… –pero Paula no tuvo ocasión de terminar la frase.


 –No me discutas –le dijo–. Ya es hora de que alguien te sirva a tí para variar.


 Paula no sabía cómo responder a eso.  Así que no respondió. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario