lunes, 7 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 11

  –Mamá, no habrás…

 

–No, Paula. No lo he hecho –le aseguró Alejandra a su hija de inmediato.

 

–Entonces, ¿De dónde ha salido el vestido?


 –Lo ha traído Juan, el marido de la señorita Joan. Ha dicho que Joan le había dicho que es para ti y que no estabas autorizada a devolverlo, porque perderías tu trabajo –su madre se quedó mirando el vestido–. Si quieres mi opinión, creo que te quedará precioso –levantó entonces la mirada para ver la reacción de Paula.

 

Aquella no era la expresión de una mujer que estuviera entusiasmada por tener un vestido nuevo. Paula tenía el ceño fruncido. 


–Oh, Paula, sonríe. Parece que vayas a ingresar en prisión, no a salir una noche. Una noche más que merecida, debo añadir –insistió Alejandra–. Cariño, no recuerdo la última vez que saliste a divertirte.

 

–Mamá, no encajaré.


 –No encajarás si te pones ese viejo vestido azul marino –respondió Alejandra–. Con este bonito vestido destacarás –añadió mientras señalaba con la cabeza el vestido azul de la funda–, pero en el buen sentido. Además, vas a salir con tus amigas, ¿Verdad? Eso debería hacer que te resultara más fácil.


 Tampoco estaba tan unida a las chicas con las que iba a salir. No tanto como para poder llamarlas amigas.

 

–Voy a salir con chicas con las que trabajo, mamá.

 

–Es más que suficiente –estipuló su madre.

 

A Paula no le cabía duda. Iba a sentirse incómoda. Le costaba encajar en situaciones que estuvieran fuera de su zona de confort, en casa o en el trabajo. Cualquier cosa que no fuera eso estaba fuera de esa zona. Alejandra le estrechó la mano con las suyas y la miró con compasión.

 

–Cariño, cuanto más te escondas, más difícil te resultará salir y relacionarte con gente que no esté sentada a la barra pidiéndote la comida. A veces mis amigas se pasan por la cafetería y todas me dicen que eres la chica más simpática y amable de allí.


 –Sí, pero eso es trabajo –le recordó Paula. 


Y esa era la cuestión. Ella estaba bien siempre que pudiera esconderse en su trabajo. Nadie esperaría algo personal de ella mientras estuviera trabajando. Alejandra no estaba dispuesta a aceptar la derrota. A su manera, era tan testaruda como su hija.


 –Entonces esta noche finge que estás trabajando, pero no te metas detrás de la barra y empieces a servir copas.

 

–Mamá, yo… –en ese momento sonó el timbre–. Oh, Dios. Esa es Nadia. Dijo que iba a pasarse a buscarme porque no confiaba en que fuera yo sola a Murphy’s.

 

–Esa Nadia es más lista de lo que parece –Alejandra acercó la silla de ruedas a la cama de su hija y dejó en ella el vestido–. Arréglate. Le abriré la puerta a Nadia y le diré que necesitas unos minutos más. Lo comprenderá.

 

Paula sintió un nudo en el estómago. El tipo de nudo que hacía que le costara respirar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario