lunes, 14 de noviembre de 2022

Yo Estaba Aquí: Capítulo 30

La señorita Joan se limitó a asentir, sin negar ni admitir la acusación.

 

–De nada –contestó.

 

Paula sabía que la señorita Joan actuaba con buena intención y que sabía que Pedro le gustaba, pero no le gustaba la idea de que alguien manipulase su vida, aunque fuese la señorita Joan.

 

–No recuerdo haber dicho «Gracias».

 

Su jefa levantó la mirada del mostrador, pero su expresión seguía siendo la misma de hacía un momento.

 

–Pero lo harás, niña –predijo–. Si tienes cerebro dentro de la cabeza, lo harás.


 Paula pensó que estaba siendo demasiado sensible. No tenía sentido fingir con la señorita Joan. Esa mujer tenía la capacidad de captar todas las mentiras, aunque fueran las más pequeñas.

 

–El vestido sí que era precioso –admitió Paula finalmente.


 –No. Tú estabas preciosa –matizó la señorita Joan–. El vestido no era más que el accesorio. Tú hiciste que brillara y le diste vida –insistió la mujer–. El pequeño de los Alfonso es como un caballo. Tienes que guiarlo hasta el abrevadero y meterle la cara en el agua antes de que se dé cuenta de lo que tiene que hacer.


 A Paula le daba miedo preguntar qué se suponía que tenía que hacer Pedro. La señorita Joan era lo suficientemente deslenguada como para decírselo, y ella no tenía claro que quisiera oír cómo su jefa le contaba su futuro; un futuro que nunca ocurriría.


 –¿Cuál es el especial del día? –preguntó en su lugar–. Para saber qué poner cuando escriba el menú en la pizarra.


 –Lo que Angel quiera que sea –respondió la señorita Joan.


 La cocinera tenía carta blanca en lo que a la dueña respectaba. Angel llevaba con ella poco más de un año, y la esposa de Gabriel era una trabajadora milagrosa en lo referente a cocina creativa. Además, trabajaba bien con cualquier ingrediente que estuviera disponible.


 –Te dirá lo que va a hacer cuando llegue aquí –le aseguró la señorita Joan–. Pero tendrás que tener el menú escrito mucho antes, porque hoy no estarás aquí a la hora de la comida.


 –¿Por qué no estaré aquí?

 

–Porque te he reclutado –respondió su jefa sin más. Después levantó la mirada para ver si Paula entendía lo que quería decir–. ¿No recuerdas qué día es hoy?

 

Paula lo pensó durante un segundo.

 

–Uno de diciembre –respondió, y se quedó mirando la cara de la señorita Joan para ver si se le estaba olvidando algo.

 

Pero la dueña de la cafetería suspiró y puso los ojos en blanco.


 –Así que se te ha olvidado –concluyó–. También es el primer sábado del mes. Recuerdo cuando eras una niña y contabas los días que quedaban hasta el primer sábado de diciembre –explicó con cierto tono de tristeza.


 Paula rebuscó en su cabeza durante unos instantes, intentando unir los puntos, hasta que lo recordó.

 

–¿Se refiere a ir a buscar el árbol de Navidad para el pueblo?

 

–¡Vaya! –exclamó la señorita Joan riéndose–. Te has acordado. Tal vez todavía haya esperanza para tí, niña.


 Era la primera vez que la mujer le pedía que fuese con ella a buscar el árbol. Aunque Paula todavía no tenía claro que estuviera pidiéndole eso.


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