lunes, 3 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 11

 -Mamá, no soy infantil. Esa mujer... Bueno, el caso es que ella y yo no nos llevamos demasiado bien. Créeme, no querrás tener esa fricción en la casa.


Ella lo observó pensativa un rato y justo cuando Pedro estaba seguro de que lo acusaría de comportarse como un niño otra vez, lo sorprendió. 


-De acuerdo, Pedro. Estoy segura de que tu padre coincide conmigo en que no queremos obligarte a estar con esa mujer. Si es así como te sientes, dejaremos que se quede en un motel y la empresa le puede reembolsar el dinero de sus gastos.


-Lo prefiero así -dijo él.


Ana y Horacio se pusieron de pie, le agradecieron la comida y le desearon buenas noches. No habían hecho más que alejarse unos pasos cuando Pedro se comenzó a sentir como un insecto asqueroso.


-¡Esperen! -los llamó.


Sus padres se detuvieron y lo miraron.


-¿Querías decir algo más de la señorita Chaves? -preguntó Horacio con una inocencia sospechosa.


-¡Diablos, sí! La invitaré al rancho yo mismo. Pero no se sorprendan si rechaza mi invitación. Estoy seguro de que esa mujer disfrutaría mucho si pudiese matarme.


Ana le dirigió una dulce sonrisa.


-¿Sabes, cariño? Estoy segura de que no será la primera mujer que ha querido matarte.




Paula odiaba los moteles. En los últimos diez años había pasado muchas noches en esos horribles sitios. Algunos habían sido lujosos, otros baratos. Pero daba igual el precio o la cantidad de objetos personales que desperdigase en la habitación, esta siempre parecía estéril. Un sitio para dormir, ducharse y vestirse. Pensándolo bien, su departamento en Houston también había sido solo un sitio para colgar la ropa y descansar. ¿Qué le hacía pensar que en Nuevo México sería diferente? Sentada en medio de la cama de matrimonio, apuntó con el control remoto al televisor y apretó el botón para apagarlo. Llevaba una hora mirando la titilante pantalla sin tener ni idea de lo que estaban poniendo en la tele. Tenía la mente ocupada con el sitio que había dejado y el sitio al que llegaba. Y el hombre con quien tendría que enfrentarse a la mañana siguiente. Pedro Alfonso. ¿Quién iba a pensar que se encontraría con él nuevamente? Esa mañana, en Sudamérica, se habían conocido por casualidad. Él estaba tomando café en el restaurante con un peón de boca de pozo que trabajaba para la misma compañía que ella y este último los había presentado. Mientras tomaban café los tres, Pedro había mencionado que su vehículo estaba descompuesto y que necesitaba llegar al pozo antes del mediodía y el otro muchacho le había rogado  que fuese una buena samaritana y se ofreciera a llevar a Pedro. De ahí en adelante todo había ido de mal en peor. 

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