lunes, 17 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 43

Él se encogió de hombros y le indicó que lo siguiera hacia la puerta de entrada.


-Supongo que sí. Cuando compré el sitio hace varios años, tenía grandes esperanzas. Pero ahora... Bueno, supongo que todavía necesita un poco más de trabajo.


Cruzaron la puerta y entraron en un pequeño vestíbulo. Inmediatamente, los asaltó el olor del serrín y el removedor. Del fondo provenía el sonido de una sierra eléctrica. La casa era amplia y era evidente que había estado en excelentes condiciones antes de que los carpinteros iniciasen su trabajo.  Dos hombres se afanaban en la cocina. Uno de ellos se dedicaba a quitar el barniz a unos armarios de nudosa madera de pino que a Paula le hubiese encantado tener en su propia casa. En cuanto los carpinteros vieron a Pedro se acercaron a él e inmediatamente comenzaron a discutir el progreso de los arreglos que hacían. Ella se alejó a dar una vuelta por las otras habitaciones. Al ver que Pedro seguía enfrascado en su conversación, salió por una cristalera corrediza a un patio hecho de tablones de madera. La casa se hallaba emplazada en un claro al pie de la montaña. La tierra era más árida allí y el bosque más abierto. Los árboles eran principalmente pinos sombrilla, algodoneros y álamos. La yuca y la hiedra crecían casi hasta el suelo del patio. Tomó asiento ante una mesa de madera a la sombra de un algodonero. Había una parrilla de ladrillo rojo a unos metros, lo que le hizo preguntarse la frecuencia con que Pedro recibiría visitas allí. O, más importante, si en esa casa habría vivido alguna mujer con él.


-Estabas ahí.


Paula se dió la vuelta y lo vió salir de la puerta cristalera al patio.


-Decidí dar una vuelta por fuera -le dijo-. Es muy bonito. Me da la sensación de estar sentada en medio del desierto.


Tratando de sacarse de la cabeza las ganas de besarla al verla tan hermosa con el viento pegándole las ropas a las curvas y la melena envolviéndola, se dirigió a donde ella se hallaba.


-La gente que no es de aquí se asombra de lo rápido que el paisaje de esta zona cambia de montañas arboladas a desierto.


Suponiendo que él estaba dispuesto a irse, Paula se puso de pie.


-Hablando de cambios -le dijo-, por lo que veo, el interior de esa casa era hermoso antes de que empezaras a arreglarlo. Y los armarios de la cocina... Vas a arruinarlos si no los dejas como están.


Él miró pensativo a la distancia y luego hacia la casa.


-Llevo seis años viviendo aquí y me gusta el sitio, pero cuando entro por la puerta, sigue sin tener ese ambiente de hogar, ¿Sabes lo que te digo?


Paula entendía perfectamente lo que quería decir. Hacía tiempo que a ella le pasaba lo mismo. Al morir su bebé, había muerto su hogar con ella.


-Pedro, creo... -se detuvo.

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