viernes, 7 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 21

 -Nada. Solo que sé cómo ustedes las mujeres se preocupan por esas cosas triviales.


Ella enarcó las cejas al oír la palabra «Trivial».


-¿Así que no te importa si una mujer tiene algunos defectos?


La sonrisa se amplió mientras él sacudía la cabeza.


-No. No les presto atención. Después de todo, una mujer perfecta sería... Aburrida. Esa es mi opinión -añadió.


Paula se arrepintió de haberle preguntado y también deseó que él no la mirara como si quisiese quitarle la bata de algodón.


-Supongo que las mujeres tenemos suerte de que no haya hombres perfectos a nuestro alrededor para... Aburrirnos.


-¿Te vienes o no? -lanzó Pedro una risita.


-¿Cómo sabes que sé nadar? -le respondió.


Él le recorrió el cuerpo lentamente con la mirada.


-No pareces tener ningún problema con el deporte. 


El único problema que ella tenía era con él. Quizás había llegado el momento de que le demostrara que ella no era una mujer con la que se pudiera flirtear.


-Es verdad, no lo tengo. Me cambio enseguida y te encuentro en el patio.


Cuando Paula apareció en el patio unos minutos más tarde, Pedro se hallaba tendido en una tumbona, con una jarra de algo que parecía de frutas y dos vasos helados en una mesa baja a su lado.


-¿Qué es? -preguntó, señalando con la cabeza el líquido rosado.


-El ponche especial de mi tía Carmen. Ella sabe cuánto me gusta, así que cuando hace, me trae un poco al rancho.


-¿Todas las mujeres de por aquí te malcrían? -preguntó Paula mientras se quitaba la corta prenda con la que se cubría. Se sentó en la tumbona junto a Pedro. Inmediatamente, sintió cómo sus ojos le recorrían el pelo suelto y la piel desnuda.


-¿Malcriarme? ¿Qué te hace pensar eso? 


Ella lanzó un resoplido de incredulidad.


-Tu madre te cocina huevos con chorizo para desayunar, tu tía te prepara su ponche de frutas especial. A mí me parece que eso es malcriar.


Pedro esbozó una amplia sonrisa y se inclinó en la tumbona para servir los dos vasos.


-¿Qué quieres que te diga? Soy un hombre querido.


¿Cómo sería sentirse así? Después de la muerte de su abuela, no había habido nadie que se preocupase por ella ni la mimase. Solo una lista de padres adoptivos que se habían ocupado de sus necesidades materiales pero ni por asomo habían llenado el vacío producido por la muerte de sus seres queridos. Suponía que ese había sido el motivo por el que se había aferrado a David tanto tiempo después de que su pequeña apareciese muerta en la cuna. Paula sintió que su mundo se derrumbaba y que necesitaba el amor de su esposo desesperadamente para superar la pérdida de su bebé. Pero su amor, si alguna vez él había albergado ese sentimiento por ella, se había acabado después de la muerte de Abril. La había culpado a ella antes de finalmente abandonarla. Intentó borrar los tristes recuerdos mientras aceptaba el vaso que Pedro le ofrecía y tomaba un cauto trago. La bebida tenía la consistencia de un batido. Sabía a fresas y piña, con un toque de plátano. 

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