miércoles, 19 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 49

 -No soy de la familia y ésta es una reunión familiar.


Pedro recordó lo que ella le había contado de su infancia y se preguntó si alguna vez habría sentido que pertenecía a una familia. O a alguien más.


-Estoy seguro de que todos te perdonarán por tener un apellido diferente.


Ella levantó la cabeza y lo miró. Pedro se recostó en la silla y estiró las piernas.


-Papá me ha dicho que te mudas a tu casa en un par de días. ¿Por qué no me lo has dicho?


Ella se encogió de hombros y volvió a mirar a su plato.


-No creí que te interesase. Después de todo, no eres de mi incumbencia, ¿Recuerdas?


Pedro juró para sí.


-Tenías que mencionar eso -masculló.


-¿Por qué no?- dijo ella entre bocado y bocado-. Lo dejaste bien claro. Tu vida privada no tiene nada que ver conmigo. Y la mía no te concierne. Así que estamos empatados. Nada más que impersonales compañeros de trabajo.


Tenía razón. O al menos tendría que tenerla. Pero las cosas no eran tan sencillas entre ellos. Él lo sabía y ella también.


-Si has terminado, demos un paseo -sugirió.


Ella alzó la cabeza de golpe.


-¿Por qué? -preguntó con cautela, lo que hizo que Pedro se enfadase.


-¿Tiene que haber un motivo? Lo único que quiero es que des un paseo conmigo.


Ella lo estudió con ironía y luego con un encogimiento de hombros, se puso de pie.


-De acuerdo. Voy a tirar los restos.


Él se levantó de la silla y le agarró el plato de papel y el vaso.


-Yo lo hago.


Ella esperó en el porche mientras él tiraba las cosas en el cubo de plástico. Cuando volvió, él la tomó del codo y la guió por el patio entre los parientes que iban y venían. Durante los siguientes veinte minutos, Paula conoció tías, tíos, primos y primos segundos. Todos la saludaron con cariño y ella se conmovió ante sus esfuerzos por hacerla sentirse en casa. Sin embargo, Pedro mismo fue quien la conmovió más. No necesariamente por algo que le dijo ni tampoco por la mano que le apoyaba en el brazo todo el tiempo. Le llamó la atención la cantidad de amor que brillaba en sus ojos por su familia.


-¿Y ahora, dónde vamos? -preguntó mientras él la separaba de Carmen y la llevaba a la tranquera de atrás.


-Te dije que a dar un paseo.


El hecho de que la presentara a toda su familia la sorprendió. Se había imaginado que a él le daba igual que conociese a su familia o no. ¿Y un paseo ahora? Le echó una mirada escéptica.


-Creía que lo acabábamos de dar.


-Treinta pies cruzando el patio no es lo que yo llamaría un paseo -rió Pedro.


-¿Y por qué tenemos que dar un paseo? -preguntó ella.


Desde el momento en que él había entrado al porche, ella había desconfiado de sus motivos. Quizás porque sabía que él tenía el poder de hacerle daño.


-Has estado evitándome otra vez. Creí que íbamos a ser amigos.


Ella suspiró mientras miraba los pinos que arbolaban el camino. Le resultaba difícil imaginar que él esperaba que ella lo perdonase y olvidase sus comentarios cortantes. 

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