lunes, 24 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 59

Las cejas de Ana se arquearon escépticas al ver la cara de malhumor de su hijo.


-¿Cómo sabes que no quiere un hombre?


-Lo sé.


-Oh, no sé por qué me molesto contigo -masculló ella-. ¡Últimamente no hay nada que te venga bien!


-¿Adónde vas? -preguntó Pedro cuando ella se dirigió a la puerta.


Ana se asomó por el vano.


-Me voy hasta el laboratorio a hacerle a Paula la invitación. Parece que a tí te cuesta demasiado.


-¡Pero, mamá! ¿Quieres dejar al laboratorio en paz? Ya iré y la invitaré yo.


-Bueno, espero que no te resulte un esfuerzo demasiado grande -le respondió ella.


Luego, antes de que se le escapara una sonrisa, salió al vestíbulo y se cubrió la mano con la boca para ahogar una risilla.


Cuando Pedro entró en el laboratorio un par de horas más tarde, Paula estudiaba un trozo de esquisto. En cuanto se dió cuenta de que él estaba en la habitación, se enderezó totalmente y se apoyó el puño en el nacimiento de la espalda.


-¿No sería mejor con un microscopio? -preguntó Pedro.


-No siempre lo es -respondió ella.


Desde la noche de la mudanza ella no había hablado con él. No sabía si él había estado ocupado con su trabajo o la evitaba deliberadamente. Comenzaba a sentir que él dudaba sobre ella ahora que sabía lo de la muerte de Abril. Quizás había decidido que ella era una profesional egoísta.


-Llevo toda la semana sin verte. Comenzaba a pensar que te habías enterrado aquí -le dijo él.


-He tenido que hacer muchos análisis -explicó ella, pero no decía la verdad. En varias ocasiones podría haber dejado el laboratorio, pero cada vez se había echado atrás.


Cada segundo que pasaba en compañía de Pedro, sabía que perdía su corazón un poquito más. No podía verlo todos los días, aunque todo dentro de sí quería estar con él. 


-¿Ya has conseguido poner la casa como quieres? -le preguntó él mientras le miraba los profundos ojos castaños, las rosadas mejillas y los labios color rubí.


Hacía poco más de media hora estaba desesperado sin saber qué hacer con respecto a aquella mujer. Pero ahora, aunque pareciera mentira, el inocente comentario de su madre había acabado con su confusión. Sabía lo que quería y había decidido lo que tenía que hacer.


-Casi -dijo Paula flexionando los hombros.


-¿Y te gusta?



Esa semana, mientras colgaba cortinas y ponía adornos, Paula se había dado cuenta poco a poco de que la casa no era la misma sin él dentro. Sin embargo, sabía que no podía dejar que él supiese cómo se sentía. Vería su admisión como una luz verde y antes de darse cuenta estaría metida en la cama con él. Con una sonrisa irónica, se dirigió a la silla metálica al final de la mesa y se sentó en ella. 

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