miércoles, 19 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 47

 -¿Entonces supongo que no te molestaría si ella comenzara a salir con alguien en serio?


¿En serio? ¡Diablos! ¡Le molestaría que saliera con alguien aunque fuese una sola vez! Pero ella no quería salir con nadie, no quería saber nada de los hombres. A menos que aparezca el hombre adecuado, se burló una vocecilla interior.


-Paula no está saliendo con nadie -dijo con brusquedad.


-No. Pero tu madre y yo estábamos pensando que tendríamos que presentarle a algunos de los solteros de la zona. Se sentirá sola, pobre mujer.


-¡Sola! ¡Diablos! Tiene un montón de trabajo que hacer.


-Ana y yo también tenemos mucho trabajo que nos tiene ocupados, pero eso no quita que nos necesitemos el uno al otro. Y no me refiero a solo para charlar.


Pedro nunca había oído a su padre hablar de esa forma y se lo quedó mirando con las cejas arqueadas.


-¿No crees que Paula preferirá elegir por sí sola? -preguntó.


-Por supuesto que sí -respondió Horacio-. Lo único que tu madre quiere hacer es darle de dónde elegir.


Pedro creía que su madre tenía que dejar de hacer de casamentera y estaba a punto de decirle eso precisamente cuando sonó el teléfono de su mesa y afortunadamente puso fin a su conversación.



Aquella tarde, cuando Paula entró en el patio trasero del Bar A, se encontró con algo que parecía una reunión familiar. Inmediatamente se sintió como una intrusa y se quedó de pie junto a la tranquera, intentando decidir entre darse la vuelta y volverse a meter en la camioneta y hacer una carrera hasta la casa. Decidió hacer lo último y se estaba deslizando a lo largo del porche intentando no llamar la atención cuando Chloe se le acercó por detrás y la agarró del codo.


-¡Paula, no te había visto llegar! No te escapes, que estamos comenzando a comer. 


Empezó a tironear a Paula del brazo para llevarla hacia un grupo de gente en torno a una mesa larga.


-Ana, no estoy vestida para fiesta -protestó-. Y se nota que es una reunión familiar.


-Tonterías. No hay nadie vestido. Tus vaqueros están perfectos. Y estás invitada a la fiestecita para celebrar el cumpleaños de Sergio.


-Realmente no tengo hambre, Ana, pero si insiste, comeré -dijo Paula, reconociendo a las dos hermanas de la dueña de casa, Josefina y Carmen, y al marido de Luciana, Sergio. A los demás no los conocía. Excepto a Pedro, que parecía haber desaparecido. Había estacionado junto a su camioneta al llegar.


-Por supuesto que insisto. Aprovecha y ponte morada -le dió unas palmaditas en el brazo-. Ahora, si me disculpas, tengo que ir a ver cómo va el postre.


Alguien le dió un plato de papel y le hizo un hueco en la fila para servirse. Paula se llenó el plato y se lo llevó con un vaso de té helado a un sitio discreto del porche. Había comenzado a comer cuando una mujer rubia que llevaba un plato de comida se le acercó. Estaba en avanzado estado de embarazo. 

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