miércoles, 19 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 50

 -Traté de decirte que no creía que fuese posible ser amigos.


-¿Y por qué lo crees? ¿Porqué sabes que cada vez que estoy cerca de tí quiero tocarte? ¿O que tú quieres tocarme a mí?


Con un grito ahogado, ella se detuvo de golpe y se dió la vuelta a mirarlo.


-¿Estás loco? -le preguntó roncamente.


-Estoy loco desde el momento en que entré en la oficina de mi padre y te ví allí. 


También lo estaba Paula, pero no quería admitirlo, ni siquiera ante sí misma.


-¿Y a mí qué me cuentas? Yo no quiero...


-¡Quizás sea porque me retracto de esa estúpida promesa de no hacerte el amor!


Ella se quedó boquiabierta.


-¡No me harás el amor!


Sin ningún preámbulo, él le apoyó la mano en la mejilla y su boca descendió sobre la de ella. Paula lo vió venir, pero su cerebro se negaba a reaccionar. En cuanto la mano de él le tocó la cara, supo que estaba perdida y todo se detuvo excepto el loco latir de su corazón. La sensación de sus labios fue exactamente como la recordaba y el dulce recuerdo acabó con la poca resistencia que le quedaba. Lanzando un ahogado gemido, levantó los brazos para rodearle el cuello y arqueó su cuerpo contra el de él. Pedro deslizó sus brazos alrededor de su cintura y la apretó más fuerte contra él. Como si se estuviese muriendo de hambre, sus labios disfrutaron del contorno de sus labios hasta que el calor creciente dentro de él exigió más. Exploró con su lengua más profundamente en la tibia boca y más allá de los afilados dientes mientras sus manos se deslizaban sobre sus costillas para cubrirle ambos pechos. Ella sabía que era una locura dejar que él la tocase de ese modo y todavía más loco responder a él, el deseo actuó como una droga y por una vez no tuvo ganas de combatirlo. Quería permitirse sentir como una mujer. Ser una mujer.


-¿Ves lo que te digo? -susurró él roncamente cuando finalmente separó sus labios de los de ella y le hundió la cara en el cuello-. Me deseas tanto como yo a tí.


Un estremecimiento la recorrió y se aferró a sus hombros aún más fuerte mientras las rodillas se le aflojaban.


-Eso no quiere decir que esté bien -murmuró.


Él le rozó con los pulgares la punta de los pechos y ella cerró los ojos ante las sensaciones que la asaltaron.


-¿Por qué no está bien? -preguntó-. Ambos somos adultos y solteros. ¿A quién hacemos daño? 


-A nosotros mismos -susurró ella.


Él levantó la cabeza y le rodeó el rostro con las manos.


-¿Cómo puedes decir algo así?


Ella sacudió la cabeza mientras se le hacía un nudo en la garganta. Nunca había deseado a un hombre de esa manera, pero no era tonta. Lo que él quería no tenía nada que ver con el matrimonio o el amor. Lo único que quería era satisfacer un deseo físico.


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