viernes, 28 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 68

En cuanto Pedro vió sus faros, se calzó el sombrero y salió del coche corriendo. Paula apretó el freno y él subió a la cabina antes de que ella pudiese apagar el motor.


-¿Dónde diablos te habías metido, mujer? -gritó él-. ¿Te das cuenta de que llevo cuatro horas esperándote?


La lluvia le chorreaba del sombrero cayendo sobre el asiento de pana del coche. Tenía los hombros mojados y goterones le caían de la cara. Tenía los verdes ojos vidriosos y Paula pensó que parecía la encarnación de la tormenta que los envolvía. 


-Sé perfectamente que llego tarde -respondió con calma.


-¡Tarde! ¡Yo no diría que tarde! ¡Es inmoral! ¿Tienes idea de lo que me ha pasado por la mente?


-¿Estás ciego? -lo interrumpió con rabia. El enfado de él era como echarle gasolina al fuego de sus nervios-. Por si no te has dado cuenta, te aviso que hay una tormenta de proporciones considerables ahí fuera. No podía conducir a velocidad normal. O quizás no te importaba que me rompiese...


Se interrumpió al ver que él entrecerraba los ojos amenazadoramente al mirar el cinturón de seguridad que le ajustaba el pecho.


-¿Qué pasa, Pedro? ¿Qué haces?


De repente, él se inclinó sobre ella y le soltó el cierre al cinturón. Con ojos relampagueantes, le arrancó la negra correa y su voz se elevó por encima del estrépito de la tormenta.


-¡No quiero verte usando uno de esas porquerías! ¡Jamás! ¿Entendido?


Estaba como loco y ella no sabía por qué. Totalmente asombrada ante su comportamiento, se lo quedó mirando.


-¿Te has vuelto loco? Vengo de conducir por caminos sinuosos en una tormenta que se las trae, caminos que ni siquiera conocía, y me dices que no tendría que llevar cinturón de seguridad. Pedro, yo...


Antes de que pudiera pronunciar otra palabra, él la tomó entre sus brazos de golpe.


-Dios mío, Paula, perdóname por gritarte. Tenía tanto miedo... Sabía que tendrías que haber llegado hace horas y me imaginé... Estaba desesperado de miedo -se disculpó, hundiéndole la cara en el hueco del cuello.


Paula sintió cómo le temblaban a Pedro los brazos y el corazón le latía locamente contra su rostro. Cerró los ojos, aturdida por la profundidad del miedo que él había sentido por su seguridad.


-Lo siento, Pedro. No era mi intención preocuparte, pero llevo metida en esta tormenta desde que el piloto entró en Texas. Intenté llamarte a tu celular varias veces pero ni siquiera me daba tono. Mi única opción era seguir conduciendo.


Él la separó de su pecho lo suficiente para acariciarle el pelo con una mano temblorosa. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario