miércoles, 5 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 16

 -Tengo un montón de cosas que hacer -dijo él, y se puso de pie para seguirla hasta el armario de donde ella agarró las gráficas sismográficas-, pero hay algo que querría discutir contigo antes volver a mi despacho.


Ella hizo un esfuerzo por tranquilizar el temblor de sus manos. No sabía por qué la había alterado tanto hablar con Pedro sobre su pasado. Después de todo, mucha gente había perdido a sus padres de niños. Mucha gente había crecido en casas de adopción. No era nada del otro mundo, ni nada de lo que avergonzarse. Pero por algún motivo tenía la garganta agarrotada y no podía tragar.


-¿De qué me querías hablar? -preguntó, haciendo un esfuerzo por levantar la mirada hacia él y sintió un indescriptible alivio cuando no vio ni pena ni disgusto reflejado en sus ojos. Deseaba por encima de todo que Pedro Alfonso la considerase una mujer fuerte y con éxito. Una mujer que había llegado donde estaba por sus propios méritos y se hallaba contenta con sus logros.


-¿Dónde te alojas? ¿Aquí en la ciudad?


Ella asintió y nombró el motel.


-¿Por qué me lo preguntas?


Pedro le miró los labios. Era una boca llena y húmeda, del color de una fresa cuando está madura y jugosa, lista para comer. Le molestó estar pensando en ello.


-Esto... Ejem, quería decirte que no hay necesidad de que te quedes en un motel. Hay sitio más que suficiente en el rancho.


Ella inspiró profundamente y luego lanzó el aire con lentitud.


-¿La invitación es tuya o de tus padres?


Estuvo a punto de reconocer que la idea no le había gustado al principio, pero se contuvo. Quizás Paula no era la mujer fría y controlada que había creído en un principio. Quizás había permitido que su éxito como científica influyera en la idea que se había hecho de ella. A lo mejor ella necesitaba algún ser humano de vez en cuando. Y a él no le molestaría ayudarla si ella lo apreciaba.


-Lo cierto es que la invitación es de todos y les dije a mis padres que te lo diría hoy.


Ella se dió vuelta y se alejó de él sin responder. Pedro se metió las manos en los bolsillos de atrás de los vaqueros e intentó no quedarse mirando su figura alta y torneada. No podía comprender su reacción ante aquella mujer. Siempre le habían gustado las mujeres menudas y delicadas, esas que parece que se van a romper si se las aprieta demasiado. Le encantaba el cabello rubio y los ojos azules. Suaves, delicadas e indefensas. Pero Paula Chaves no era nada por el estilo. Era alta, con una figura llena y madura que no tenía nada de delicado. Ni siquiera era delgada, sino curvilínea. Tenía el cabello y los ojos oscuros. Y era por lo menos tres o cuatro años mayor que él. Nunca se había fijado antes en una mujer mayor que él. Pero que Dios lo perdonara, era la mujer más atractiva que se había encontrado en la vida.


-Mira, Paula, no es una pregunta difícil. O te quieres quedar en una aburrida habitación de hotel o quieres venirte al rancho. ¿Qué prefieres?


Ella lo miró por encima del hombro.


-No quiero ser una molestia para nadie.


Él se encogió de hombros, como si su presencia en el rancho fuese insignificante. 

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