lunes, 24 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 60

 -No es una casa como el Bar A, pero a mí me basta.


Pedro se acercó a ella y apoyó la cadera contra la mesa.


-Me alegro -le dijo de corazón. Deseaba que ella fuese feliz por encima de todo en el mundo.


-¿Y tu casa? -preguntó ella, mirándole el atractivo perfil y preguntándose cuánto le costaría superar el incesante deseo de tocarlo- ¿Cuánto más necesitan los carpinteros?


Él le miró las manos y recordó la sensación de sus dedos en su cara, la suavidad de su contacto, la delicadeza de su piel


-Yo... Ejem.... Decidí seguir tu consejo y no hacer nada más a la casa. Habría sido un desperdicio de tiempo y dinero.


Ella se quedó de una pieza y sus labios se entreabrieron mientras se lo quedaba mirando.


-Oh, Pedro, no era mi intención hacerte cambiar de opinión. Es tu casa y tienes que cambiarla como quieras.


-No sé por qué intentaba hacerla parecer un hogar -dijo él, encogiéndose de hombros y apartando la mirada-. Lo único que necesitaba era un sitio donde cambiarme, comer y dormir. Y, después de todo, tenías razón. Se necesitaría una mujer e hijos para convertirla en un hogar como el Bar A.


Del mismo modo que se necesitaría un marido e hijos para que su casa fuese el hogar que siempre había deseado, pensó ella apesadumbrada. Pero no era tonta. Aunque estuviese dispuesta a arriesgar su corazón otra vez, sabía que ese hombre no quería o no podía darle el hogar que ella necesitaba. Después de que pasasen varios minutos sin que ella respondiese, él decidió que le había llegado el momento de hablar. Se aclaró la garganta y se cruzó de brazos.


-Lo cierto es -comenzó-, que estoy aquí para extenderte una invitación.


-¿Ah, sí? ¿A dónde?


-Una fiesta. Mi tía Josefina la da para celebrar las bodas de plata de Carmen y Benjamín.


Ella negó rápidamente con la cabeza.


-Yo no soy de ir a fiestas, Pedro. Y me parece que es otra reunión de familia.


-¿Realmente crees que yo podría hacerte el daño que él te hizo? -le preguntó cuando ella estuvo de pie mirándolo a los ojos.


Paula, que no esperaba una pregunta tan directa, se lo quedó mirando aturdida.


-Habrá otra gente además de los miembros de la familia -le aseguró, tratando de no pensar en los abogados y vaqueros que su madre había mencionado.


-¿Vas a ir?


-Sí. A menos que tenga que viajar a Oklahoma. Las cosas se están complicando allí. Cada vez que los hombres van a trabajar se encuentran con una escopeta de dos cañones apuntándolos.


-No me gustaría que te hicieras daño -dijo ella- Bastante con que te rompí el tobillo.


Inesperadamente, Pedro le tomó la barbilla con la mano. Paula tuvo que hacer un esfuerzo para no cerrar los ojos y disfrutar del contacto de esa piel áspera por el trabajo.


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