viernes, 21 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 54

 -¿Estás segura de que así es como quieres todo? -preguntó Pedro cuando terminaron de colocar los muebles y las lámparas del salón.


-Sí. Me gusta. ¿A tí no?


Primero habían trabajado juntos montando la cocina en agradable compañía, y luego hicieron el salón.


-A mí también, pero me imaginé que querrías cambiar de opinión al menos dos o tres veces antes de que lo considerásemos listo.


Ella frunció el ceño. 


-No soy una mujer indecisa. Una vez que tomo una decisión, no cambio de opinión.


Pedro se puso serio mientras le miraba los ojos castaños.


-¿Y eso me incluye también a mí?


-¿Qué quieres decir con eso? -preguntó ella cautelosamente.


Él tenía deseos de salvar la distancia que los separaba de dos pasos, soltarle el cabello y besarla hasta que los dos se olvidaran de si estaba bien o mal.


-¿Has decidido realmente que no quieres que nos toquemos?


Ella le dió la espalda rápidamente, no sin que Pedro viese antes el tormento reflejado en su rostro.


-Creía que ya habíamos hablado de esto anoche. Me dijiste que no ibas a...


-No intento hacer nada -la interrumpió él rápidamente-, solo que pensé que... -se detuvo y sacudió la cabeza disgustado-. Diablos, no sé por qué quiero que cambies de opinión.


-Si no intentas llevarme a la cama y tampoco quieres amor o matrimonio, ¿Qué es lo que queda? ¿Qué es lo que quieres, Pedro? - preguntó ella angustiada.


«Te quiero a tí». Se dió cuenta de golpe y se quedó petrificado, mirándola.


-Eso es exactamente lo que pensé -continuó ella antes de que él le pudiese decir nada-. Lo que quieres es pasarlo bien y ya está.


-Realmente tienes un mal concepto de mí, ¿Verdad?


Ella hizo un esfuerzo por sonreír y despejar la tensión.


-No. Solo que soy sensata -y le hizo una indicación de que la siguiera al dormitorio.


Allí desempacaron varias cajas de ropa y zapatos. Luego Paula se fue a la cocina a poner el café y Pedro se quedó solo abriendo dos cajas marcadas como «Miscelánea». Decidió poner los objetos sobre la cama para que ella decidiera dónde quería guardarlos. En el fondo de una caja encontró un pequeño edredón con perros y gatos bordados a mano. Pedro no sabía nada sobre edredones, pero estaba casi seguro de que este era de bebé y se preguntó si sería algo a lo que ella se había aferrado de su trágica infancia.  Al sacar el edredón de la caja se dió cuenta de que había algo envuelto en él. Dejó la colorida mantita sobre la cama y la desenvolvió con cuidado. Dentro tenía un pequeño sonajero y una foto enmarcada en oro de una niñita muy pequeña. En la parte de abajo, detrás del cristal, había un oscuro mechón de pelo. Estaba observando las facciones del bebé con detenimiento intentando adivinar si la foto era de Paula cuando oyó sus pasos entrar en la habitación. 

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