viernes, 21 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 55

Con la foto en la mano, Pedro la miró.


-¿Eres tú la adorable niñita de la foto? -le preguntó con una amplia sonrisa.


Ella no sonrió. Por el contrario, su cara tenía un aspecto raro cuando se le acercó.


-No. No soy yo -dijo cortante. Alargó la mano para agarrar la fotografía, pero él no se la dió.


-Entonces, ¿Quién es? -le preguntó-. Me dijiste que no tenías parientes cercanos. Debe ser de una amiga, ¿No?


-Da igual.


-Es evidente que esta niña es importante para tí -insistió él-. ¿Por qué no me quieres decir quién es?


Paula alargó la mano y le arrancó el marco de la mano, apretando el cuadro contra su pecho. Tenía la cara rígida cuando finalmente habló.


-Ese bebé era mi hija, Abril.


Sus palabras lo golpearon como un puñetazo.


-¡Tu hija!


Ella asintió y le dio la espalda. Pedro se quedó mirando su espalda envarada mientras miles de preguntas le daban vueltas en la cabeza.


-Lo has dicho en pasado. ¿Dónde está ahora? ¿Con su padre?


¿El hombre que había abandonado a Paula también le había quitado a su hija? Solo pensarlo le dio deseos de perseguirlo y acabar con él. El sonido que provino de ella era ahogado y amargo.


-No. Mi hija está muerta. 


Pedro no supo qué decir. Qué pensar. Nunca había mencionado antes que tuviese una hija. Ni que la hubiese perdido. Durante un largo rato, un silencio aturdido reinó en la habitación mientras él se la imaginaba pasando el dolor y la alegría del nacimiento, y más tarde la tristeza de ver que perdía a su bebé. Lentamente salvó la distancia que los separaba y le apoyó las manos en los hombros.


-Cuéntamelo -susurró.


Ella sacudió la cabeza y se negó a mirarlo.


-Cuéntamelo -insistió, apoyándole la mejilla contra la suya.


Su proximidad le dió fuerzas para tragar el nudo de lágrimas que se le había hecho en la garganta.


-No puedo, Pedro -logró decir finalmente.


-¿Cuánto hace que la perdiste?


-Diez años -dijo ella, inspirando profundamente-. Abril murió en la cuna. Ni siquiera llegó a los tres meses.


-Oh, Paula.


Dijo nada más que eso, pero Paula sintió su comprensión. Muchos la habían tratado de consolar cuando sucedió diciéndole que se olvidara de ese bebé y tuviera otro para reemplazarlo. Ella habría querido gritar que un bebé es irreemplazable.


-Todavía estaba en la universidad cuando sucedió -se encontró diciendo-. Una noche en que estaba preparando los últimos exámenes me la llevé a la cocina para mirarla mientras estudiaba y David me encontró al volver de trabajar dormida con la cabeza sobre un libro abierto. Abril estaba... No respiraba.


-¿Tu marido todavía estaba contigo en ese momento? 


Ella asintió con la cabeza y lentamente se dió la vuelta. La tristeza que se le reflejaba en el rostro era tan terrible que Pedro sintió como si un caballo salvaje le hubiese dado una coz en el pecho.


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