miércoles, 12 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 33

 -Ya sé que le estoy metiendo prisa, pero necesito la casa tan pronto como sea posible -le dijo Paula al agente inmobiliario por teléfono-. Estoy dispuesta a pagar extra. Sí. Lo que sea con tal de acelerar el papeleo.


Cuando finalmente logró colgar, tenía deseos de gritar de frustración. Era la tercera vez que llamaba esa semana y se imaginaba que el hombre estaría tan harto de hablar con ella como ella de él. Pero no podía evitarlo. Tenía que irse del rancho lo antes posible. Se levantó del sillón y se dirigió a la ventana, apartando las pesadas cortinas. Su habitación no tenía vistas al patio, sino a las lejanas montañas. Era mejor, porque cada vez que veía las brillantes aguas de la piscina no podía evitar pensar en Pedro y la noche en que se habían zambullido en la piscina. Llevaba una semana tratando de ser objetiva con respecto a la atracción que sentía por él. Se dijo que solo sufría una enfermedad pasajera que pronto desaparecería, pero todavía eso no había sucedido. Cada vez que Pedro se le aproximaba, recordaba todo. Los besos, el deseo, la increíble emoción que había experimentado en sus brazos.


Por primera vez en muchos años, Paula se sentía asustada e indefensa. No quería que ningún hombre tuviese un efecto tan poderoso sobre ella. Y para evitarlo, había hecho lo único que se le había ocurrido. Mantuvo toda la distancia que pudo entre ellos. Y cuando tenía que verlo, se aseguraba de que cada palabra, cada mirada, fuese controlada y profesional. Pero el esfuerzo de su actuación comenzaba a afectarla y no sabía cuánto más lograría soportarlo. En el trabajo lograba llegar al cabo del día con un esfuerzo. Pero el solo hecho de pensar que tendría que llegar al Bar A por la noche y correr el riesgo de toparse con él cada vez que salía de su habitación, era demasiado para sus nervios. Tenía que irse a su propia casa cuanto antes. Y a pesar de todo, estaba harta de esconderse en su habitación como un conejillo. ¡No podía permitir que Pedro controlase todos sus movimientos! Con ese pensamiento en mente, se quitó la ropa del trabajo y se puso unos vaqueros limpios y una camisa blanca de manga corta. La trenza que le colgaba a la espalda se le había deshecho, así que se la soltó y se cepilló el pelo, sujetándolo luego con una diadema blanca. Luego dejó su habitación y se dirigió a la cocina. Aún era pronto para cenar y Ana no había regresado de las caballerizas. Se sirvió un vaso pequeño de zumo de naranja. Mientras lo bebía, se preguntó por qué la madre de Pedro no tendría una cocinera y ama de llaves interna. Los Alfonso seguro que se podían permitir el gasto. La compañía de gas y petróleo sola seguro que costaba una suma desorbitada, por no mencionar el rancho. Pero según ella podía apreciar, ni Ana ni ningún otro miembro de la familia se comportaba como si tuviese dinero para dar y regalar, incluyendo a Pedro. La única extravagancia que le había observado eran sus botas de cuero de avestruz. Una puerta detrás de ella se abrió y cerró. Se separó del refrigerador a tiempo para ver a Pedro entrar en la cocina. Levantó la barbilla inconscientemente y sus dedos agarraron el vaso con más fuerza.


-Hola. Paula.


Las palabras dichas con suavidad la tomaron totalmente por sorpresa. Ya habían hablado antes en el trabajo. Su conversación de entonces había sido breve, concisa y amable. Él la había saludado distante y ella le había devuelto el saludo con uno aún más breve. Entonces, ¿Qué significaba ese nuevo saludo?


-Hola -respondió. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario