lunes, 10 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 29

 -Quizás sea por ello que no trabaja más aquí.


-Demuéstramelo -le dijo, cortante.


-¿Que te demuestre qué?


-Cómo puedes estar tan segura -dijo él y la frustración le tensó las facciones.


-Es una deducción científica. Aunque te explicara todos los datos, no sé si lo comprenderías.


Él esbozó una sonrisa desafiante que expuso sus blancos dientes.


-Conque no, ¿Eh?


-Pensaba que eras diplomado en ingeniería.


-Lo soy, pero además tengo otro título de Geofísica.


Paula agarró inconscientemente el sobre de papel marrón mientras le miraba la cara de autocomplacencia con detenimiento. No le molestaba que él fuese también un científico, por el contrario, le admiraba que él hubiese estudiado. Lo que le molestaba era la relación personal con él, lo cual la hacía preguntarse por qué habría aceptado el trabajo. No podía permitir que la noche anterior se repitiese. No podía permitir que la loca atracción que sentía por ese hombre se le fuera de las manos.


-¿Entonces por qué se molestaron en contratarme? -preguntó.


Su sonrisa fue tan falsa como la dulzura de su voz.


-Porque estoy mucho menos cualificado que tú... En el campo de la geología. Además, mi trabajo es representar a la empresa.


-Lo comprendo perfectamente. Tienes la actitud perfecta para ello.


Pedro se le acercó hasta estar a unos centímetros de ella.


-¿Se puede saber qué quieres decir con ello? -le preguntó.


Si lo miraba se iba a notar lo que sentía por él, así que mantuvo los ojos fijos en la mesa.


-Tu padre podría buscar en varios estados y no encontrar ningún hombre que igualara tu falta de delicadeza.


Si lo que buscaba era irritarlo, lo estaba logrando, pensó Pedro.


-Por si no te has dado cuenta, los obreros del petróleo son hombres muy rudos. 


-No tendrías una empresa petrolera sin ellos -respondió ella lanzándole una mirada socarrona.


-Lo sé mejor que nadie dijo él, haciendo un sonido de disgusto-. Y aprecio su trabajo. Pero lo cierto es que no se los puede tratar como se trataría a un cuerpo de ballet.


-Lo que quieres decir es que tienen que saber que eres aún más duro que ellos.


-Si no les causo suficiente respeto para sentirse orgullosos de su trabajo, tenemos un problema.


Paula reconoció que ella sí que le tenía respeto. No en lo que a su trabajo se refería, sino en cuestiones del corazón, donde se la podía herir más. Lanzó un profundo suspiro y volvió su atención a los documentos que había alineado meticulosamente sobre la mesa y dio unos golpecitos con el índice sobre una de las gráficas.


-Esto es suficiente para decirme que hay muy poco gas allí. Y esto - señaló el papel siguiente- me indica que tienen que perforar una gran masa de roca para sacarlo. Y esto...


Se interrumpió cuando él le cubrió la mano con la suya. Levantó la mirada sorprendida a la suya.


-¿Qué haces? -exigió-. Si crees que jugaremos jueguecitos en la oficina, estás muy equivocado. Me doy cuenta de que anoche...


-¡Cielos, Paula! No intento jugar a nada. Solo quiero atraer tu atención, tu verdadera atención.


Desde el momento en que ella se había dado cuenta de que él estaba en la habitación, cada fibra de su cuerpo estaba alerta. Gracias a Dios que él no se había dado cuenta de ello, pensó Paula angustiada. 

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