viernes, 21 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 52

 -Entonces, ¿Qué...?


Ella giró la cabeza rápidamente y le lanzó una mirada burlona por encima del hombro.


-¿Te acuerdas, Pedro? Todos guardamos demonios de nuestro pasado. Al igual que tú, prefiero mantener los míos bajo llave.


Los labios de él formaron una sonrisa despectiva.


-¿Y qué quieres que haga? ¿Que te cuente todo lo que me ha pasado en la vida con pelos y señales?


-¡Lo único que quiero es que me dejes en paz! -exclamó ella enfadada.


Se soltó de él violentamente y comenzó a andar.


-No puedo. Ya lo he intentado.


-¡Pues esfuérzate más! -le dijo ella prácticamente gritando.


Caminaron la distancia que quedaba hacia la casa en silencio, pero una vez allí, Pedro la tomó del brazo y la llevó hacia la puerta de entrada.


-No he acabado de hablar contigo -le dijo cuando ella le dirigió una mirada interrogante-. Quiero saber cuándo piensas mudarte.


Al menos le preguntaba algo que ella le podía responder sin alterarse.


-El camión con mis cosas desde Houston llegará aquí mañana, así que ésta será probablemente mi última noche en el rancho.


-Yo te ayudaré a instalarte -le dijo Pedro súbitamente.


-No será necesario. Los hombres descargarán el camión y luego yo desempacaré tranquilamente.


-Tendrás cajas por todos lados. No querrás tener que vivir en ese desorden varios días -insistió él. 


Era verdad. Le vendría bien un poco de ayuda. Pero después de los que les acababa de suceder, estaría loca si se quedase sola con él otra vez.


-No lo sé, Pedro, yo...


Él levantó las manos con gesto conciliador.


-Prometo que no te tocaré. Solo iré para echarte una mano.


¿Podría confiar en él? O, lo que era más importante... ¿Podría confiar en sí misma?


-Está bien, Pedro, acepto tu ayuda. Pero nada más, ¿Comprendido? - dijo, dándose por vencida con un suspiro. 


Pedro comprendió perfectamente. No quería saber nada con él por ningún motivo. Se sintió profundamente herido.


-Perfectamente -dijo, intentando no parecer lo despechado que se sentía-. Envuélvete de los pies a la cabeza en hielo. ¡No seré yo quien trate de derretirlo!



Paula se hallaba en el centro del salón, mirando azorada las cajas que se apilaban por todos lados. No recordaba que hubiese tenido tanta cantidad de trastos en Houston. Hasta ese momento, Pedro no había aparecido, lo que casi era mejor. Después de lo que había ocurrido la noche anterior, no sabía que esperar de él o de sí misma. Lo único que sabía era que tendría que controlar sus emociones o se iba acabar enamorando de él. El ruido de la puerta de un coche interrumpió sus preocupados pensamientos y se acercó a la puerta de entrada para mirar hacia afuera. A pesar de sus dudas anteriores, el corazón le dió un salto al ver a Pedro subir los escalones de la entrada. 

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