lunes, 3 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 13

Paula sonrió al pensar que ninguna de sus amigas de Houston habría comprado un sitio tan aislado. Pero ella no tenía miedo. Hacía casi diez años que estaba sola. Se enfrentaba al mundo sin su esposo ni su hija. Ya no había nada que le pudiese hacer más daño que cuando ambos habían desaparecido de su vida. Caminó alrededor de la casa y miró las fuertes paredes y ventanas de graciosos arcos. Era una estructura muy bonita, pero no había sido la casa lo que la había atraído cuando vio el sitio por primera vez, ni tampoco la hermosa zona de bosque circundante. Con o sin trabajo, con o sin familia, había sentido el presentimiento muy fuerte de que había encontrado su lugar en el mundo. Y a pesar de Pedro Alfonso, allí era donde se quedaría.  A la mañana siguiente ya se hallaba trabajando cuando Pedro llegó a Zolezzi Gas and Exploration. La encontró en el pequeño laboratorio tras su oficina. Ella se hallaba de pie ante un mostrador y tenía las mangas de su camisa rayada enrolladas por encima del codo. Llevaba gafas de montura dorada. Nuevamente, el cabello trenzado le colgaba por la espalda a la cinturilla de los vaqueros. Se preguntó qué longitud tendría su pelo si se lo soltase. Al oír sus pasos, ella levantó la vista de la gráfica que miraba y lo miró.


-Buen día-dijo con entusiasmo.


Alentado por su saludo, se acercó a ella. Si ella podía ser cívica y educada, también lo podía ser él.


-Buenos días -respondió y se inclinó sobre los gráficos-. Ya veo que ha encontrado algo con lo que comenzar a trabajar.


-Estas son las primeras pruebas de varias secciones de tierra en Oklahoma del este -golpeó unos papeles con el índice y luego agarró otra pila que había cerca-. Estas son de una zona al norte de Nuevo México. Apostaría que ambas producirán gas, aunque aún no sé qué cantidad.


-¿Apostaría? -curvó un extremo de sus labios irónicamente-. No está aquí para hacer apuestas, señorita Chaves. Ha venido a mostrarnos evidencias científicas.


Paula echó una mirada al pequeño reloj de pulsera.


-Llevo cuarenta y cinco minutos trabajando. ¿Con qué rapidez pretende que consiga las pruebas científicas? ¿En una hora? ¿O va a ser considerado y darme plazo hasta que acabe el día?


-No soy un hombre paciente -sonrió él, malicioso-. Me gusta que todo esté para ayer. Pero ya que este es su primer día en Zolezzi, seré generoso.


Paula lo miró con detenimiento y se dió cuenta de que él bromeaba, lo que la sorprendió. La única forma en que lo había visto siempre era serio y concentrado. Había supuesto que la actitud mordaz del día anterior era su forma de ser habitual y no estaba segura de que aquel Pedro cálido y amistoso fuese más fácil de tratar que el irritante hombre con quien se había enfrentado en la oficina de Horacio. Se quitó las gafas y las apoyó con suavidad sobre las gráficas.

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