lunes, 31 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 73

La reunión con el propietario resultó ser mucho más difícil de lo que Paula había supuesto. Era obcecado, con sus propias opiniones, y, peor aún, totalmente ignorante con respecto al entorno. Sin embargo, después de que Paula hablase largo rato con él y le asegurase que sus gallinas no dejarían de poner cuando hiciesen las perforaciones para el sismógrafo y que no le envenenarían el pozo de agua, se ablandó y dió permiso para que la cuadrilla hiciese su trabajo. Incluso la invitó a comer con él y ella terminó compartiendo el repollo con pan de maíz y cerdo frito antes de lograr despedirse de él. Cuando volvió a la casa rodante,  Pedro aún no había llegado. Paula decidió que era lo mejor. Cuando él se hallaba cerca, ella no podía hilar sus pensamientos. Y eso era lo que precisamente quería hacer en ese momento. Rápidamente recogió sus cosas y se sentó a escribirle una nota.


Pedro logró terminar su reunión con el jefe de la cuadrilla al final de la tarde y volverse a la casa rodante donde había dejado a Paula durmiendo esa mañana temprano. En cuanto se dio cuenta de que la camioneta de ella no se hallaba aparcada junto a la casita, sintió que se le contraía el estómago. Hacía rato que tendría que haber vuelto. Al entrar vió su nota apoyada en el mismo lugar donde le había dejado la suya por la mañana. Como un lobo hambriento, la agarró de un tirón y comenzó a leer.


"Pedro: Te agradará saber que todo está solucionado con el propietario. No fue fácil, pero no creo que tengas más problemas con él. En lo que concierne a nosotros, me doy cuenta de que no podemos seguir como estamos. Soy consciente de que te hago infeliz y eso es lo último que deseo para tí. Te mereces mucho más de lo que he podido darte. Esta noche tomaré el chárter de vuelta a Ruidoso. Paula."


¿Y después? Pedro se desesperó. ¿Por qué no le había dicho más? «Me doy cuenta de que no podemos seguir como estamos». ¿Qué diablos planeaba hacer? ¿Marcharse de Ruidoso y Zolezzi? ¿Dejarlo a él? Con la preocupación reflejada en el rostro, tiró la nota a la basura, agarró la mochila y salió de la pequeña casa rodante dando un portazo. Afortunadamente, el cielo entre Oklahoma City y Ruidoso estaba despejado, haciendo que el viaje en el pequeño bimotor resultase tranquilo y sin incidentes. 


Durante parte del viaje, Paula intentó hacer el trabajo que llevaba, pero después de varios minutos de esfuerzo infructuoso, volvió a meter los documentos en su mochila. Había dormido poco más que dos horas la noche anterior y se sentía borracha de sueño. Sin embargo, sabía que tratar de dormir sería tan inútil como trabajar. Así que solo le quedaba mirar por la ventanilla a las grandes llanuras y tratar de aceptar su agonía. Ya no podía negar más que amaba a Pedro ni que él la amaba a ella. La noche anterior se lo había notado en la voz, en el miedo que sintió por ella, lo había saboreado en su beso. ¿Pero estaría dispuesto a dejar que el fantasma de su prometida muriese? 

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