lunes, 10 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 26

 -Pensé que íbamos a dejar de lado todo eso.


Una carcajada incrédula se le escapó a Paula de la garganta.


-Es verdad. Pero, ¿Crees que ello te da derecho a tomarte libertades?


-Paula, no me estoy tomando libertades -dijo él, sonriendo ante la anticuada expresión-. Creía que estábamos bañándonos un poco y también... Pasándolo bien.


Su forma de pasarlo bien no era del gusto de Paula, especialmente cuando sabía el dolor que podía provocarle a una mujer. Tomando una súbita decisión, levantó la cabeza y se acercó tanto que su cara quedó a unos centímetros de la de él.


-Así que quieres jugar, ¿Eh? -murmuró roncamente. Luego levantó la mano y le alisó el pelo mojado contra el cráneo.


Intrigado por el súbito cambio, lo único que Pedro pudo hacer fue quedarse mirando el relucir de sus oscuros ojos, las gotas de agua en sus mejillas, y sus húmedos labios rojos.


-¿Qué..., Qué haces? -tartamudeó.


Ella esbozó una media sonrisa y sus dientes brillaron blancos en la semi oscuridad.


-Te doy lo que buscas.


Antes de que él pudiese formular otra pregunta, ella se inclinó hasta apretar sus labios contra los de él. Cálidos, abiertos y entregados. Pedro se quedó tan aturdido ante su inesperado gesto, que lo único que pudo hacer fue aferrarse a su cintura. Sus labios se fundieron en un beso y lentamente se deslizaron por el agua hasta que Adam se dio con la espalda contra el borde. Para entonces sus sentidos estaban totalmente alertas y gimió desilusionado cuando los labios de terciopelo se separaron de los suyos.


-¿Se supone que era algún tipo de lección? -le preguntó a Paula con ronca voz.


Ella lo miró detenidamente con los párpados entrecerrados.


-Sí. Para que aprendas que no puedes jugar conmigo. No soy una de esas chicas que abandonas como una rosa marchita.


Sus ojos se abrieron un poco por el asombro.


-¿Dónde has oído eso?


Ella sonrió burlona pero no se separó. Pedro se preguntó si ella trataba deliberadamente de torturarlo con la mano apoyada íntimamente contra su cuello, la parte de adelante de su cuerpo rozándolo, generándole imágenes eróticas.


-Oí a un par de secretarias comentando sobre la última conquista que abandonaste. Las pobres siguieron recibiendo sus llamadas durante semanas después de la ruptura.


Pedro hizo un gesto de desagrado. Paula hacía que pareciese que él era un sinvergüenza. Y ese nunca había sido el caso. Nunca le había hecho a una mujer falsas promesas ni jurado amor eterno. 

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