-Hola -le dijo con simpatía-. Soy Valeria Dunn, la prima de Pedro y Luciana.
Paula le sonrió.
-Hola. Soy Paula. ¿Ya lo sabías?
Valeria le sonrió y asintió con la cabeza mientras la otra se sentaba en una silla tijera frente a Paula.
-Ana nos ha contado.
-Sobre la pesada huésped, estoy segura.
-En absoluto. Le da pena que tengas que irte pronto. A Ana le encanta la gente. Casi tanto como sus caballos.
Mientras Valeria hablaba y las dos comenzaron a comer, Paula le miró la barriga.
-¿Es tu primer hijo? -preguntó por cortesía.
Las mujeres embarazadas le molestaban. No deseaba que le recordaran la alegría que había sentido cuando llevaba en su vientre a su propia hija. O el terrible dolor que había sentido al perderla.
-No. Tengo un varón de dos años, Benjamín Cooper. Anda por ahí con su padre -respondió Valeria con una sonrisa-. Ana dice que eres de Houston. ¿Te gusta Nuevo México?
-El clima es más extremo de lo que imaginaba, pero me gusta mucho.
-Me alegro. Quizás alguno de nuestros buenos muchachos te guste y entonces sí que echarás raíces.
-No hay buenos muchachos en la zona.
Ambas mujeres se dieron la vuelta y vieron a Pedro acercándose con un niño rubio a caballito en los hombros que se lo estaba pasando en grande.
-¡Pedro! -regañó Valeria-. Sabes que eso no es verdad. Tú estás aquí, ¿No?
-¿Así que yo soy bueno? -dijo Pedro con una sonrisa irónica.
-Pues, eso es exagerar un poco. La mitad de la población de la zona juraría que eres un diablo.
Pedro dirigió una mirada a Paula. Tenía las mejillas ruborizadas y los labios apretados. Era evidente que no estaba contenta de verlo y se sintió molesto por ello.
-Mami, tango hambre -se quejó el niño.
-Pues ahí arriba no puedes comer -le dijo Valeria a su hijo-, a menos que uses la cabeza de Pedro de mesa.
-No estoy dispuesto a ello -dijo Pedro con una risa y bajó al niño con cuidado de sus hombros-. Lo llevaré a una mesa de verdad y le prepararé un plato.
-Yo lo haré -dijo Valeria, poniéndose de pie-. Quiero asegurarme de que come algo más que tarta de cumpleaños -le dirigió una mirada a Paula-. Me alegro de haberte conocido. Quizás podamos charlar un poco más antes de que acabe la noche.
-Con mucho gusto.
Valeria se marchó llevándose el niño y Pedro se sentó en su silla.
-Me alegro de que estés aquí. Quería hablar contigo -dijo.
-No sabía que iba a haber una fiesta. Si me lo hubieras dicho, me habría quedado en el pueblo a cenar.
-¿Y por qué? Hay más que suficiente para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario